Prefacio

(Zoopraxiscope disc, 2 men boxing; E. Muybridge, 1893)
He most honors my style who learns under it to destroy the teacher...

(Zoopraxiscope disc of 2 men boxing.  E. Muybridge, 1893)

Prólogo 
Sección 47

Whitman finalizó la sección previa deseando que sus lectores se conviertan en “nadadores audaces” y continúa con el imaginario atlético en la sección 47, retratando tanto a él como a sus lectores ideales como atletas resistentes, personas que prefieren la naturaleza al aire libre a los espacios sosegados y domésticos de la casa, quienes prefieren “la mandarria, el remo, el serrucho” a alguna “hermética ventana o escuela”. Él quiere que sus lectores se imaginen a sí mismos como fuertes y rugosos barbudos y bronceados más que “enjabonados” (aquellos que se afeitan y delicadamente “se protegen del sol”. Posteriormente en su ensayo Vistas Democráticas , Whitman va a requerir un tipo de literatura democrática totalmente nuevo. “Los libros deben ser solicitados o entregados, bajo el entendimiento que el proceso de leer no es un casi sueño, sino, en el sentido más elevado, un ejercicio, la lucha de un gimnasta, que el lector debe hacer algo por sí mismo, deber estar alerta, debe ella o él mismo construir de hecho el poema, el argumento, la historia, el ensayo metafísico- el texto que provea los indicios, la pista, el comienzo o el contexto.  El libro no necesita tanto ser una cosa completa, pero el lector del libro sí. Eso haría una nación de mentes atléticas y ágiles, bien entrenadas, intuitivas, acostumbradas a depender de ellas mismas y no de unos grupitos de escritores”.  Muchos de los problemas de la democracia, creía Whitman, podrían ser resueltos por la nación cambiando los hábitos de lectura, aprendiendo a batallar con autores y la autoridad, para aportar tanto a cada libro cuanto el libro le aporta al lector.  El no aceptar autor-idad fue el primer paso de la democratización de la imaginación. Y el segundo paso fue sacar el “amor” y la “muerte” fuera de la casa, fuera de los confines domésticos. El retener el amor y la muerte dentro de las convenciones del amor romántico y de la pérdida personal es trivializarlos: el amor y la muerte son sujetos del aire libre a raíz de la aterradora y, sin embargo,  estimulante unión de la identidad personal con todo lo que no soy yo. 

De manera que el lector que Whitman ha tratado de forjar a lo largo de su poema es uno  que “honra más mi estilo” aprendiendo con él a “destruir al maestro”. El poeta no quiere imitadores pasivos ni idos, sino más bien lectores duros que devuelven la pelea, interrogan, socaban, discuten, se avientan en sus propios viajes.  Él prefiere tener lectores “pícaros” que unos “virtuosos” que asumen su “virtud” conformándose sin pensar a las normas de la sociedad. Y las palabras del poeta serán tan duras y agresivas como es necesario que el lector lo sea, aunque él nos enseñe a “apartarnos” de él, pero no podemos escaparnos tan fácilmente de su poema porque sus palabras nos seguirán y “picarán las orejas” hasta que las entendamos. Una vez que entramos en el “Canto de mí mismo” completamente, no nos salimos fácilmente, aunque el poema esté llegando a su final y el poeta mismo nos prepare para la partida. 

Whitman, por lo tanto, busca una audiencia de lectores democrática, no un grupo de élites ni aristocráticos o de la intelectualidad, sino más bien el “mecánico” y el “mancebo campesino” y el “pescador” y el “cazador” y “la madre joven y la madre anciana” y la “doncella” tejiendo su vestido. Después de la Guerra Civil añadió versos sobre el “soldado acampado” en la noche anterior a la batalla que busca al poeta en la podría la última noche de vida del soldado. Estas palabras son palabras importantes: no están allí para crear rimas placenteras o pensamientos reconfortantes, están allí para sacudirnos y liberarnos de prejuicios y concientizarnos con agudeza de lo que nos rodea minuto tras minuto.  Están allí para hacer que esa última noche en la tierra  esté llena de significado. Nos podemos encontrar con nuestras “lenguas amarradas”,  nos dice Whitman, pero nunca con miedo: para eso está aquí el poeta, para articular para nosotros las cosas que no pudimos antes convertir en palabras, para “desatar” la lengua de manera que podamos hablarle al mundo –al principio a través de él, luego “resumiéndolo” por nuestra propia cuenta.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Soy el maestro de los atletas;
Aquel que, por mi enseñanza, muestra un pecho más ancho que el mío, prueba la 
amplitud de mi pecho,
Honra más mi estilo el que estudiándolo aprende a destruir al profesor.

El muchacho que yo amo, él llegará a ser un hombre no por adyacentes poderes, 
sino por su propio derecho;
Será pícaro en lugar de ser virtuoso a causa de conformidad o miedo;
Enamorado por su novia; comiendo su filete con gran deleite;
El amor no recompensado o el desprecio hiriéndole más que el acero filado;
Será el primero en montar a caballo, en la pelea, en tirar al blanco, en dirigir un 
esquife, en cantar una canción o en tocar el banjo;
Prefiriendo las cicatrices y las barbas y los rostros marcados por la viruela a todos 
los enjabonados,
Y los rostros tostados por el sol a los sombreados.

Enseño cómo apartarse de mí, y sin embargo, ¿quién podría apartarse de mí?
Seguiré vuestros pasos, quienquiera que seáis, en adelante,
Mis palabras os picarán las orejas, hasta que las comprendáis.

No digo estas cosas por un dólar ni por pasar el tiempo mientras espero un barco,
(Sois vosotros hablando, tanto cómo yo; hablo con vuestras lenguas--
Amarradas en vuestras bocas, comienzan en la mía a desatarse.)

Juro que nunca más hablaré del amor o de la muerte dentro de una casa,
Y juro que nunca me traduciré a nadie, sino a aquel o aquella que se quedan en 
privado conmigo al aire libre.

Si me entenderíais, id a las sierras o las playas,
El jején más cerca es ya una explicación; y una gota de agua o el movimiento de 
las olas es una clave;
La mandarria, el remo, el serrucho, secundan mis palabras.

Ninguna sala de herméticas ventanas, ninguna escuela pueden comulgar conmigo,
Más fácilmente que ellos lo consiguen los hombres duros y los niñitos.

El obrero joven es el más íntimo de mis íntimos, el me conoce bién;
El leñador que lleva su hacha y su cántaro también me llevará con él todo el día;
El mancebo arando en los campos siente una sensación de bienestar al oír el 
sonido de mi voz,
En barcos que navegan mis palabras navegan, paso con los pescadores y los lobos 
del mar y los amo.

El soldado acampado o en marcha es mío;
En la noche que precede a la batalla muchos me buscan, y yo no les fallo;
En esa noche solemne (que puede ser la última) los que me conocen me buscan.

Mi rostro roza el rostro del cazador cuando descansa solo en su manta;
El cochero pensando en mí no nota las sacudidas de su vagón;
La madre joven y la madre anciana me comprenden;
La doncella y la esposa detienen su aguja un momento y olvidan dónde están;
Ellos y todos podrían resumir cuanto les he dicho.

Afterword

Epílogo

Es un altruismo el que los maestros de escritura creativa ya sea inspiren a sus estudiantes a escribir en sus propias voces y estilo o producir réplicas de sí mismos - protégés que no pueden escapar de la influencia de sus maestros. Y no es un accidente que en esta sección Whitman ensalce la primera forma de educación: “Honra más mi estilo el que estudiándolo aprende a destruir al profesor”. El descubrimiento de nuestra identidad, que depende del cultivo de nuestros talentos particulares, nuestra vocación, es una tarea de por vida; desde las páginas iniciales del “Canto de mí mismo” Whitman nos urge a que busquemos lo que es específicamente nuestro: “Tú no debes ver a través de mis ojos, ni tampoco tomar cosas de mí/Tú debes escuchar a todos los puntos de vista y filtrarlos a través de ti mismo”. Ahora se llama a sí mismo “el maestro de los atletas”, a quien admiramos por su capacidad de transformar sus talentos individuales en excelencia, por los modos cómo ponen a prueba los límites de sus mentes y cuerpos. Desde los Juegos Olímpicos originales de Atenas hasta los juegos de la Copa Mundial modernos, los campeonatos de tenis, o las carreras, celebramos cómo los grandes atletas “muestran un pecho más ancho” que cualquiera de los que los precedieron –llegando a ser ellos mismos.

Yo era un mediocampista en mi equipo de fútbol de la Universidad, y cuando finalizaron mis días de jugar, fui un entrenador en mi Alma mater, donde durante el periodo de una temporada aprendí que no bastaba con demostrar un movimiento o explicar cómo correr hacia un espacio: una vez que el jugador ha perfeccionado un cierto nivel de destrezas, mejor “Enseño cómo apartarse de mí”, en palabras de Whitman. Y ¿qué es más excitante que imaginar hasta dónde puede llegar ese alejarse? Esto es lo que creará una democracia vibrante –cada uno apartándose según sus propias luces, sin tomar en cuenta su estación. Entretanto las palabras del poeta “picarán las orejas, hasta que las comprendáis”. 

Ichiro Suzuki, la estrella de béisbol que ha obtenido más de 4000 sencillos durante su carrera en Japón y América, tiene un estilo no ortodoxo de golpear a la pelota, saliendo del cuadrado del bateador a medida que está girando el bate, como si estuviese corriendo hacia la primera base incluso antes de pegarle a la pelota. Un comentador de la televisión dijo una vez que con ese movimiento nunca debería haber tenido éxito –y, sin embargo, algún día va a ingresar al Salón de los Famosos porque ha perfeccionado un modo de batear, un estilo de juego, que no se puede duplicar, como las piezas maestras de arte o literatura, música o danza: obras del espíritu que nos enseñan a vivir más completamente – como Whitman escribió, para “resumir cuanto les he dicho”.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Afterword

Epílogo

Es un altruismo el que los maestros de escritura creativa ya sea inspiren a sus estudiantes a escribir en sus propias voces y estilo o producir réplicas de sí mismos - protégés que no pueden escapar de la influencia de sus maestros. Y no es un accidente que en esta sección Whitman ensalce la primera forma de educación: “Honra más mi estilo el que estudiándolo aprende a destruir al profesor”. El descubrimiento de nuestra identidad, que depende del cultivo de nuestros talentos particulares, nuestra vocación, es una tarea de por vida; desde las páginas iniciales del “Canto de mí mismo” Whitman nos urge a que busquemos lo que es específicamente nuestro: “Tú no debes ver a través de mis ojos, ni tampoco tomar cosas de mí/Tú debes escuchar a todos los puntos de vista y filtrarlos a través de ti mismo”. Ahora se llama a sí mismo “el maestro de los atletas”, a quien admiramos por su capacidad de transformar sus talentos individuales en excelencia, por los modos cómo ponen a prueba los límites de sus mentes y cuerpos. Desde los Juegos Olímpicos originales de Atenas hasta los juegos de la Copa Mundial modernos, los campeonatos de tenis, o las carreras, celebramos cómo los grandes atletas “muestran un pecho más ancho” que cualquiera de los que los precedieron –llegando a ser ellos mismos.

Yo era un mediocampista en mi equipo de fútbol de la Universidad, y cuando finalizaron mis días de jugar, fui un entrenador en mi Alma mater, donde durante el periodo de una temporada aprendí que no bastaba con demostrar un movimiento o explicar cómo correr hacia un espacio: una vez que el jugador ha perfeccionado un cierto nivel de destrezas, mejor “Enseño cómo apartarse de mí”, en palabras de Whitman. Y ¿qué es más excitante que imaginar hasta dónde puede llegar ese alejarse? Esto es lo que creará una democracia vibrante –cada uno apartándose según sus propias luces, sin tomar en cuenta su estación. Entretanto las palabras del poeta “picarán las orejas, hasta que las comprendáis”. 

Ichiro Suzuki, la estrella de béisbol que ha obtenido más de 4000 sencillos durante su carrera en Japón y América, tiene un estilo no ortodoxo de golpear a la pelota, saliendo del cuadrado del bateador a medida que está girando el bate, como si estuviese corriendo hacia la primera base incluso antes de pegarle a la pelota. Un comentador de la televisión dijo una vez que con ese movimiento nunca debería haber tenido éxito –y, sin embargo, algún día va a ingresar al Salón de los Famosos porque ha perfeccionado un modo de batear, un estilo de juego, que no se puede duplicar, como las piezas maestras de arte o literatura, música o danza: obras del espíritu que nos enseñan a vivir más completamente – como Whitman escribió, para “resumir cuanto les he dicho”.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

¿Qué maestros –en la historia, en la religión, en tu propia vida- te han enseñado a que los “destruyas”? ¿De qué formas se ha dado esta “destrucción del maestro”? ¿Estás agradecido al maestro por esa lección tan sorprendente?