Prefacio

Snicker's Gap: Watching the Stage go by
Shoulder your duds dear son, and I will mine, and let us hasten forth,
Wonderful cities and free nations we shall fetch as we go....
(Photo F.B. Johnson, c:a 1900)

Prólogo
Sección  46

Ahora el “viaje perpetuo” por el que Whitman nos ha llevado a través de este poema –un viaje que se ha extendido a las más vastas regiones del cosmos, desde los orígenes del universo hace billones de años hasta billones de años por delante, un viaje de una fuerza dinámica de vida siempre cambiante que nunca puede ser calculada- de repente se reduce de nuevo a los viajes en apariencia más pequeños pero igualmente misteriosos tanto del poeta como del lector. Una vez más, acogiendo al “Tú” que lee el poema, el “Yo” nos conduce a un “montículo”, donde podemos tener una perspectiva por arriba de todo el conocimiento que las bibliotecas poseen, por arriba de las religiones y filosofías, y el poeta nos señala la “ruta pública” que cada uno de nosotros debe recorrer por su cuenta.  Esta es la “ruta abierta” de Whitman, el viaje eterno, el viaje que sobrepasa todos los mapas y guías de conocimiento pasado y fe, el viaje que nosotros siempre realizamos “públicamente” como una parte orgánica del mundo alrededor nuestro (dado todo lo que Whitman ha demostrado sobre nuestros átomos compartidos ¿cómo podría ser el viaje realmente privado?). El imaginario de Whitman hace que el viaje se sienta como algo familiar e incluso rutinario: es la ruta en la que hemos estado antes, quizás durante toda nuestra vida; está allí “a nuestro alcance”: y viajaremos tanto solos como con el poeta, que nos ofrece apoyo incluso al comenzar ahora a liberarnos de su tutelaje.

Whitman se mueve una vez más hacia la inmensidad astronómica que ha evocado tantas veces e imagina un yo que es insaciable en su deseo de más experiencia, un yo que puede contener el cosmos y que, sin embargo, quiere expandirse más allá del mismo. Como el poeta es para su espíritu, así somos nosotros para él: nosotros somos su espíritu ahora contenido en los cuerpos vivientes del presente. El poeta comienza recordándonos -cómo lo hará repetidamente en estas últimas secciones del poema-  que él está, después de todo, muerto y que nosotros estamos vivos. Pero hemos llegado hasta este punto juntos –poeta muerto y lector vivo- y que él será enterrado como una presencia viviente en estas hojas que estamos leyendo mientras las leamos, mientras volvamos a ellas y (como el niño en la Sección 6) preguntando qué significan. El poeta estará allí para apoyarnos (nosotros podremos posar la “palma” de la mano en su cadera, como reposamos la palma de la mano en su libro) él está surgiendo para siempre desde su poema, así como nosotros nos sentimos que estamos surgiendo con una nueva conciencia a medida que lo leemos, intensamente más concientes del momento presente que Whitman sabía que habitaríamos algún día.  

Preparándonos para nuestro viaje de vida, Whitman ofrece las imágenes reconfortantes de “bizcochos para comer” y “leche para beber”,  pero nos damos cuenta que la alimentación que realmente nos está entregando es este poema en sí mismo, las palabras en la página que nos han despertado verdaderamente durante las pasadas cuarenta y seis secciones,  “limpiado la goma” de nuestros ojos y nos han hecho conocedores del “resplandor”  y el misterio y la poesía “de cada momento”  de nuestras vidas. Ahora, quizás, estemos listos para convertirnos en un “nadador audaz” y, llegando al final del poema, dejemos de lado todas las ayudas que el poeta nos ha dado al sumergirnos en el mar de nuestra experiencia intensificada del presente.   

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Sé que he superado al tiempo y al espacio, y que nunca he sido medido, que no 
seré medido jamás.

Soy el vagabundo de un eterno viaje, (¡venid a escucharme todos!)
Mis señales son una blusa impermeable, unas recias botas, y un bastón cortado de 
los bosques;
Ninguno de mis amigos se arrellana en mi sillón;
No tengo sillón, ni iglesia, ni filosofía;
No llevo a nadie a una mesa para cenar, a la biblioteca, a la Bolsa,
Pero a vosotros, cada hombre y cada mujer, os llevo a la cumbre de un montículo,
Enlazando con la mano izquierda sus talles,
Mostrándoos, con la diestra, paisajes de continentes, y la ruta pública.

Nadie, ni yo, puede andar este camino por ti;
Tú mismo has de recorrerlo.

No está lejos, está a tu alcance;
Acaso has estado en él sin saberlo, desde que naciste;
Acaso está por todas partes, en la tierra y en el mar.

Échate el hato al hombro, querido hijo; yo cargaré con el mío, y vámonos;
Maravillosas ciudades y naciones libres alcanzaremos en nuestra ruta.

Si te cansas, dame ambas cargas y apóyate la mano en mi cadera;
Más tarde tú me recompensarás con el mismo servicio,
Porque una vez que partamos, no nos detendremos jamás.

Hoy, antes del amanecer, subí una colina y miré al abarrotado cielo,
Y dije a mi espíritu «Cuando hayamos abarcado todos aquellos orbes y el placer y
la ciencia de todas las cosas que contienen, ¿nos sentiremos colmados y 
satisfechos entonces?»
Y mi espíritu me dijo «No, habremos alcanzado esas alturas solamente para 
sobrepujarlas y continuar más allá.»

También tu me haces preguntas y te oigo;
Te digo que no puedo contestar; tú mismo debes encontrar las respuestas.

Siéntate un rato, hijo mío;
Aquí hay bizcochos para comer, y aquí hay leche para beber;
Pero tan pronto hayas dormido y se hayas renovado con tus buenas ropas, te 
besaré con un beso de adiós y te abriré la verja para que salgas de nuevo.

Bastante largo tiempo has soñado despreciables sueños;
Ahora te limpio la goma de tus ojos,
Debes acostumbrarte al resplandor de la luz y de cada momento de tu vida.

Largo tiempo has tímidamente vadeado a la orilla, agarrado a un madero;
Ahora te ruego que séas un nadador audaz,
Que te tires en alta mar, flotes otra vez; que me saludes con la cabeza, que grites, y 
que, riendo, estrelles las olas con tu cabello mojado.

Afterword

Epílogo

El ofrecimiento de Whitman en esta sección de “limpiar la goma” de nuestros ojos, para acostumbrarnos al “resplandor de la luz” brillando en cada momento de la existencia, viene con un truco: debemos ser demasiado arriesgados como para aventurarnos en lo desconocido, para enfrentarnos con un mundo despojado de nuestras ideas preconcebidas  e ilusiones, para sopesar lo vasto desde dentro y sin nada; si tenemos la valentía para tomar la ruta abierta, alerto a posibilidades desde ya inimaginables, concientes de las rutinas que nos enceguecen con respecto a lo que está allí, nuestro paseo en el sol nos puede llevar a un conocimiento más profundo del cosmos.  “Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, cada cosa le aparecería al hombre tal como es: infinita”, escribió William Blake en “El matrimonio del Cielo y el Infierno”, un evento significativo en la evolución de la poesía moderna. ““Porque el hombre se encierra en sí mismo hasta ver las cosas a través de las  estrechas grietas de su caverna”. Whitman propone que nosotros aprendamos de corazón esta lección, aplicando la esencia de la creatividad  a la totalidad de la vida –que es el dejar la caverna y ver lo que ha estado en frente nuestro durante todo el tiempo. 

En las colinas alrededor de la villa donde crecí había minas de mica abandonadas, que en un tiempo proveían vidrio de  Muscovy para ventanas y coches de caballos; las entradas estaban tapadas con paneles, pero fuera en los desechos había láminas del mineral, que se despellejaban en hojas amarillentas. Yo sostenía en frente de mis ojos estas láminas que moldeaban la tierra, los árboles y el cielo con un color sepia que me intrigaba. El mundo tomaría el tinte de las fotografías en nuestros libros sobre la Guerra Civil, desdibujando por un momento la distinción entre mi experiencia y la de los soldados cuyo sacrificio puso la base de una nueva concepción de América, en línea con lo que Whitman invoca en el “Canto de mí mismo”.  Pasaron años antes de que este ejercicio en los bosques suscitase interrogantes en mi mente sobre la naturaleza de la verdad (¿qué es real? ¿qué es imaginado?) que no podía responder; eventualmente llegué a asociar este desconocimiento con la promesa de la ruta abierta. 

En el prefacio a una colección de varios escritos, Jonh Updike sugirió que su obra crítica implicaba la misma relación a su ficción como la de un marinero abrazando la playa, reacio a llevar a su barco al mar abierto. Del mismo modo, Whitman quiere que nosotros nos “tiremos en alta mar, flotemos otra vez”, para juntarnos con él en la celebración del drama del cosmos en continua evolución, en cada etapa de la cual existe la posibilidad de una visión y una transformación. 

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta

En esta sección, el poeta nos dice que él puede oír que le estamos haciendo preguntas; pero él también nos dice que su única respuesta es que él “no puede contestar”, que “tú mismo debes encontrar las respuestas”. Whitman siente que, a esta altura del poema, los lectores tendrán muchas preguntas sobre las cosas que el poeta ha declarado. ¿Cuáles son tus preguntas para el poeta en este momento? ¿Y cómo puedes arreglártelas para encontrar las respuestas por tu cuenta?