Sé que he superado al tiempo y al espacio, y que nunca he sido medido, que no seré medido jamás. Soy el vagabundo de un eterno viaje, (¡venid a escucharme todos!) Mis señales son una blusa impermeable, unas recias botas, y un bastón cortado de los bosques; Ninguno de mis amigos se arrellana en mi sillón; No tengo sillón, ni iglesia, ni filosofía; No llevo a nadie a una mesa para cenar, a la biblioteca, a la Bolsa, Pero a vosotros, cada hombre y cada mujer, os llevo a la cumbre de un montículo, Enlazando con la mano izquierda sus talles, Mostrándoos, con la diestra, paisajes de continentes, y la ruta pública. Nadie, ni yo, puede andar este camino por ti; Tú mismo has de recorrerlo. No está lejos, está a tu alcance; Acaso has estado en él sin saberlo, desde que naciste; Acaso está por todas partes, en la tierra y en el mar. Échate el hato al hombro, querido hijo; yo cargaré con el mío, y vámonos; Maravillosas ciudades y naciones libres alcanzaremos en nuestra ruta. Si te cansas, dame ambas cargas y apóyate la mano en mi cadera; Más tarde tú me recompensarás con el mismo servicio, Porque una vez que partamos, no nos detendremos jamás. Hoy, antes del amanecer, subí una colina y miré al abarrotado cielo, Y dije a mi espíritu «Cuando hayamos abarcado todos aquellos orbes y el placer y la ciencia de todas las cosas que contienen, ¿nos sentiremos colmados y satisfechos entonces?» Y mi espíritu me dijo «No, habremos alcanzado esas alturas solamente para sobrepujarlas y continuar más allá.» También tu me haces preguntas y te oigo; Te digo que no puedo contestar; tú mismo debes encontrar las respuestas. Siéntate un rato, hijo mío; Aquí hay bizcochos para comer, y aquí hay leche para beber; Pero tan pronto hayas dormido y se hayas renovado con tus buenas ropas, te besaré con un beso de adiós y te abriré la verja para que salgas de nuevo. Bastante largo tiempo has soñado despreciables sueños; Ahora te limpio la goma de tus ojos, Debes acostumbrarte al resplandor de la luz y de cada momento de tu vida. Largo tiempo has tímidamente vadeado a la orilla, agarrado a un madero; Ahora te ruego que séas un nadador audaz, Que te tires en alta mar, flotes otra vez; que me saludes con la cabeza, que grites, y que, riendo, estrelles las olas con tu cabello mojado.
Afterword
Epílogo
El ofrecimiento de Whitman en esta sección de “limpiar la goma” de nuestros ojos, para acostumbrarnos al “resplandor de la luz” brillando en cada momento de la existencia, viene con un truco: debemos ser demasiado arriesgados como para aventurarnos en lo desconocido, para enfrentarnos con un mundo despojado de nuestras ideas preconcebidas e ilusiones, para sopesar lo vasto desde dentro y sin nada; si tenemos la valentía para tomar la ruta abierta, alerto a posibilidades desde ya inimaginables, concientes de las rutinas que nos enceguecen con respecto a lo que está allí, nuestro paseo en el sol nos puede llevar a un conocimiento más profundo del cosmos. “Si las puertas de la percepción fueran limpiadas, cada cosa le aparecería al hombre tal como es: infinita”, escribió William Blake en “El matrimonio del Cielo y el Infierno”, un evento significativo en la evolución de la poesía moderna. ““Porque el hombre se encierra en sí mismo hasta ver las cosas a través de las estrechas grietas de su caverna”. Whitman propone que nosotros aprendamos de corazón esta lección, aplicando la esencia de la creatividad a la totalidad de la vida –que es el dejar la caverna y ver lo que ha estado en frente nuestro durante todo el tiempo.
En las colinas alrededor de la villa donde crecí había minas de mica abandonadas, que en un tiempo proveían vidrio de Muscovy para ventanas y coches de caballos; las entradas estaban tapadas con paneles, pero fuera en los desechos había láminas del mineral, que se despellejaban en hojas amarillentas. Yo sostenía en frente de mis ojos estas láminas que moldeaban la tierra, los árboles y el cielo con un color sepia que me intrigaba. El mundo tomaría el tinte de las fotografías en nuestros libros sobre la Guerra Civil, desdibujando por un momento la distinción entre mi experiencia y la de los soldados cuyo sacrificio puso la base de una nueva concepción de América, en línea con lo que Whitman invoca en el “Canto de mí mismo”. Pasaron años antes de que este ejercicio en los bosques suscitase interrogantes en mi mente sobre la naturaleza de la verdad (¿qué es real? ¿qué es imaginado?) que no podía responder; eventualmente llegué a asociar este desconocimiento con la promesa de la ruta abierta.
En el prefacio a una colección de varios escritos, Jonh Updike sugirió que su obra crítica implicaba la misma relación a su ficción como la de un marinero abrazando la playa, reacio a llevar a su barco al mar abierto. Del mismo modo, Whitman quiere que nosotros nos “tiremos en alta mar, flotemos otra vez”, para juntarnos con él en la celebración del drama del cosmos en continua evolución, en cada etapa de la cual existe la posibilidad de una visión y una transformación.
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
Pregunta
En esta sección, el poeta nos dice que él puede oír que le estamos haciendo preguntas; pero él también nos dice que su única respuesta es que él “no puede contestar”, que “tú mismo debes encontrar las respuestas”. Whitman siente que, a esta altura del poema, los lectores tendrán muchas preguntas sobre las cosas que el poeta ha declarado. ¿Cuáles son tus preguntas para el poeta en este momento? ¿Y cómo puedes arreglártelas para encontrar las respuestas por tu cuenta?