Prefacio

...the sills of the exquisite flexible doors...
...the sills of the exquisite flexible doors...

(From  An abridgement of the practice of midwifery, Boston, 1786)

Prólogo 
Sección 49

En esta sección, Whitman repite otro tema clave del "Canto de mí mismo": la muerte y la vida son un proceso interminable, inseparables uno del otro. Nos movemos aquí entre dos palabras francesas que son eco una de la otra: “accoucheur” y  “debouch.” “Accoucheur”  era un término utilizado en la época de Whitman por los obstetras y las parteras, y "debouch" tenía connotaciones con el nacimiento y el hablar: significa literalmente "fuera de la boca" y ha llegado a sugerir toda salida de una luz, espacio constricto en un área abierta (así un río "debouches" en un mar). En la escena del nacimiento, la partera nos guía a través de las "puertas flexibles" de la matriz y el canal del nacimiento hacia el mundo, pero nos damos cuenta que las puertas del nacimiento son también las puertas de la muerte: salimos del  útero solo para entrar eventualmente en la tumba; se conforma la identidad y luego perece. Entonces Whitman nos ofrece sorprendentemente bonitas imágenes de un cadáver activo. Sí, nos dice el poeta, el cadáver llega a ser "estiércol", pero ese estiércol genera nueva vida, y, cuando nosotros olemos "las blancas rosas, perfumadas y crecientes", debemos recordar que no crecen simplemente desde la muerte sino que están compuestas de muerte (cada llenarse de hojas de una planta nueva sucede por "el residuo de muchas muertes").  Nos sorprendemos al realizar que nuestro cuerpo es, de hecho,  "el residuo de muchas muertes"; cada uno de nosotros existe solamente a causa de esas muertes, y cada uno de nosotros tiene vida porque la "vida" -lo que sea esta fuerza animante que llamamos vida- se transfiere perpetuamente: hay una procesión eterna de "promociones" (etimológicamente, "un movimiento hacia adelante"), en tanto que la materia se reforma y pone en movimiento  continuamente por lo que llamamos "alma". 

Entonces Whitman lleva a cabo la notable hazaña de imaginarse a sí mismo como un cadáver, aún con los modos de "alcanzar", al encontrarse sus átomos dispersos ocupando ahora nuevas formas de vida al tocar "los hojados labios;...los pulidos senos de los melones". Hay aquí un erotismo en la muerte: el cuerpo descomponiéndose inter-penetra el paisaje sexualizado y siempre fértil. Como anteriormente en la sección 5, Whitman se imaginó que su alma  se extendió  hasta que sentir su barba y tomar sus pies” (como el alma recargó el cuerpo material), así aquí hay un acto sexual explícito y, sin embargo, oscuro, en este momento entre la muerte y la vida, como la muerte misma energiza y anima la vida. Al final de esta sección, Whitman asocia la noche y el frío, la luna sin vida con la muerte pero luego afirma que la única razón por la que nosotros podemos incluso ver la luna es porque ella refleja la luz del día, la calidez y la vida. La luna y el sol, la oscuridad y el día, la muerte y la vida, son los ciclos interminables reflejados de una realidad unitaria e interrumpida. 

Así, en los últimos versos, se repite el acto de accoucheur: en una escena de un 

pantano oscuro, podemos escuchar la " sollozante penumbra" de la "turbia charca" que está continuamente deshaciendo viejas formas y generando otras nuevas. Ahora el nacimiento y la identidad llega a ser un "ascendente" de la luna y la noche a la luz del día de la identidad, como percepción, al salir de un lugar oscuro hasta la apertura de la existencia, ganando nuestra identidad "de los retoños grandes o pequeños". En el último verso, Whitman enfatiza la unidad del proceso interminable de nacimiento y muerte, sugiriendo que todo nuevo nacimiento viene de "retoños" previos que a su vez han vivido y muerto para que nosotros (los "retoños" actuales) podamos ocupar el ámbito "central y firme" de la conciencia y la vida en el momento presente en desarrollo. La vida, que siempre y solamente se contiene en el momento singular del presente, es un continuo surgir desde (y fuera de) la muerte. Así “muerte” es simplemente otra palabra para significar “la vida previa” –o, más precisamente, otra palabra para formas de vida que ahora han brotado como otras formas de vida, transfiriéndola interminablemente al siempre emergente Ahora físico.  

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Cuanto a ti, Muerte, y tú, amargo abrazo de la vida mortal, es inútil que tratéis de 
alarmarme.

A su trabajo sin estremecerse viene el comadrón,
Veo su vieja mano experta apretando, recibiendo y sosteniendo,
Yo estoy reclinado en el umbral flexible de ambas puertas exquisitas,
Y marco la salida, y marco el alivio y la huída.

Y en cuanto a tí, Cadáver, pienso que eres buen estiércol, pero ello no me repugna;
Huelo las blancas rosas, perfumadas y crecientes;
Toco los hojados labios; toco los pulidos senos de los melones.

Y en cuanto a tí, Vida, supongo que eres el residuo de incalculables muertos,
(Yo mismo, seguramente, ya he muerto diez mil veces antes.)

Os oigo murmurando allá en las lejanías, estrellas de los cielos;
Oh soles -- Oh hierbas de las fosas -- Oh perpetuas transferencias y elevaciones,
Si vosotros calláis, ¿cómo podría yo decir algo?

De la turbia charca que duerme en el bosques otoñal;
De la luna que desciende los declives de la sollozante penumbra;
Echad, chispas del día y del crepúsculo -- echad sobre los negros troncos que se 
pudren en el lodo;
Echad, acompañando los gemidos memeces de las ramas secas.

Asciendo desde la luna, asciendo desde la noche;
Percibo que el lúgubre resplandor es reflejo de los rayos del mediodía,
Y que yo desemboco en lo seguro y lo central desde las crías grandes o pequeñas.

Afterword

Epílogo

Con cuatro pinceladas el Viejo ermitaño escribió un poema con caracteres chinos clásicos. “El mundo se está convirtiendo en una flor”, que también puede ser traducido como “El mundo es uno”. La libertad de sus gestos, como la precisión con que llevó a cabo el servicio del té y el espíritu de generosidad que llenaba su estudio, era una forma de atención enraizada en su práctica budista. Durante veinte años había dirigido uno de los templos más preciados en el rincón del sureste de la península coreana, y permaneció lleno de vigor luego de retirado. Secó la tinta, luego me presentó el poema y se fue. Yo permanecí en la ventana mirando los brotes blancos del cosmos, las filas de árboles de caqui cargados de frutas maduras, las montañas envueltas en lluvias de otoño. El monje regresó con otro regalo, un contenedor de hojas de té negro, que él mismo había recogido y secado.

En el camino desde el monasterio, habíamos pasado manejando por un estanque de lotos –un símbolo budista clave, el progreso del alma configurado en la planta que crece del barro a través del agua para florecer en el cielo. La ilustración está enraizada en el orden –una idea crítica para Whitman, quien en esta sección abraza su mortalidad con una fuerza renovada. “Vida, supongo que eres el residuo de incalculables muertes”,  escribe,  estimando que él mismo ha muerto ya miles de veces; la salvación está en “los negros troncos que se pudren en el lodo”, en las raíces y las hojas agotadas que forman el suelo, la base de nuestra experiencia. Nuestro paso por las “puertas flexibles” del nacimiento presagia nuestra muerte, una travesía que hacemos una y otra vez, como enseñaba Buda. “Oh hierbas de las fosas”, el poema aclara nuestra relación con la muerte, expandiendo nuestro entendimiento de la totalidad. 

En un museo folklórico coreano, entre los potes  e instrumentos excavados, la vestimenta ceremonial de reyes y reinas, y los Cuatro Tesoros del erudito (tinta, piedra, pincel, papel), estaba la momia de un niño descubierto en la tumba de una familia medieval, encuadrado con un despliegue de los vestidos pertenecientes a sus padres desconsolados. Los habían enterrado junto al niño así no tenía miedo en su viaje a la ultratumba. Piensa en el “Canto de mí mismo” como una túnica magnífica, cuya vista puede calmar nuestro miedo del “amargo abrazo de la vida mortal”. Hasta podríamos incluso probarlo para ver si nos queda a medida. 

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta 

¿Cómo recrea el poema mismo de Whitman el interminable proceso de vida y muerte, comienzos y finales, del que habla en esta sección? El “Canto de mí mismo” está llegando a su término, ¿cómo es ese final también un comienzo?