Prefacio

Whitman photographed to be sculpted by W. O'Donovan (photo Samuel Murray; platinum print: 1891).
Whitman photographed to be sculpted by W. O'Donovan  (photo Samuel Murray; platinum print; 1891)

Prólogo 
Sección 50

A medida que el “Canto de mí mismo” llega a su final, el poeta surge de la travesía intensamente imaginariva que lo ha llavado tanto a los límites más remotos del cosmos como así también a las funciones interiores de su cuerpo, y que le ha revelado la unidad de las estrellas con el escarabajo –de dios con la hierba mala espinosa- y se le ha abierto la realidad de que ahora “una hoja de hierba no es menos que la obra de la travesía de las estrellas”.  Ahora, se despierta de esta amplia visión, “angustiado, sudoroso”, agotado por el esfuerzo, y siente una calma corporal, un comienzo de sueño, y sus poderes para articular están atenuados cuando busca las palabras que resumirán lo que su viaje visionario le ha enseñado. El dormir –el “largo” dormir -que Whitman siente acercarse,  puede , por supuesto, ser el dormir de la muerte, por cuanto esta sección retoma la poderosa evocación de la muerte de la sección previa. De ser así, el “esto” no específico de esta sección –“No sé qué es esto -- es algo sin nombre –”  puede que sea la muerte misma, el estado donde falla el lenguaje,  el lugar desde el cual no salen las palabras. O, más probablemente, “esto” es ese algo imposible de expresar que incluye y trasciende la muerte. Pero, sin embargo,  Whitman tiene dificultad en nombrarlo: “esto” no está atado a la tierra como lo estamos nosotros; “esto” es más amplio que eso, una fuerza del universo que se siente en el nivel más microscópico tanto como en el más macroscópico. “Esto” es una fuerza que se siente en el abrazo de un “amigo” tanto como en la atracción mutua de planetas y estrellas.

Al mismo tiempo que Whitman lucha por nombrar esa fuerza que impregna lo que nosotros los humanos llamamos vida y muerte, que se extiende desde el ápice más pequeño hasta los ámbitos más vastos, él nos asegura que “no es caos o muerte” sino más bien “forma, unidad, plan”. No niega el caos y la muerte, mas bien nos dice que lo que nos parece a nosotros que es caos y muerte son simplemente partes de un plan más grande, una unidad vasta que podemos dejar de ver desde nuestra perspectiva limitada. Y nosotros, los vivientes, de cualquier medida o forma, somos los “rasgos” de “esto”: nosotros somos las formas materiales actuales de cualquier espíritu creativo sin sombre que se mueve continuamente dentro y a través de la materia, fomándola en unidades siempre cambiantes, planes siempre en desarrollo.  

Y así Whitman aterriza en una de las palabras americanas más resonantes, una palabra que está misteriosamente en el corazón de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, donde Thomas Jefferson cambió  la garantía democrática de John Locke de “vida, libertad y prosperidad”  a una más evocativa por mucho “vida, libertad y búsqueda de la felicidad”  A los Americanos no se les garantiza la felicidad, sino sólo el derecho a buscarla, a tratar de definirla. No debemos cometer el error de confundir propiedad por felicidad, sino más bien usar nuestra vida y libertad para algo menos cierto, menos definible, menos asequible. La felicidad, al fin, puede provenir más del entendimiento de las cosas que de ser dueños de las mismas. Y si comprendemos cómo nuestras vidas son partes esenciales del plan vasto del universo, podemos descansar fácilmente en la “felicidad” de conocer nuestro lugar en el tejido universal de la existencia. “Felicidad”, por supuesto, proviene de raíces etimológicas que significan “chance” o “suerte’ y Whitman sabe que la formación de cada uno de los seres y “yos” es puramente la suerte, el acontecer de la circulación interminable de átomos que con el tiempo pueden llegar a ser tanto parte de una estrella como parte de tu labio: el conocimiento resultante –al estar todos tan íntimamente atados uno al otro y al cosmos- que nos puede liberar del miedo y nos puede inundar de algo que (por falta de una palabra mejor) podríamos llamar “felicidad”       

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Hay algo en mí -- no sé lo que es -- pero sé que está en mí.

Me he retorcido angustiosamente, sudorosamente -- entonces mi cuerpo se vuelve 
tranquilo y fresco;
Yo duermo -- duermo largo tiempo.

No sé qué es esto -- es algo sin nombre -- una palabra nunca dicha;
No está en ningún diccionario, ninguna expresión, ningún símbolo.

Desde algo gira más que la tierra en que yo giro;
A ello la creación es el amigo cuyo abrazo me despierta.

Acaso pudiera contar más. ¡Grandes rasgos! yo pido por mis hermanos y mis 
hermanas.

¿Ya veis, Oh mis hermanos y mis hermanas?
Que no es un caos o la muerte -- que es forma, unidad, plan -- que es vida eterna -- 
que es Alegría.

Afterword

Epílogo

Los fuegos artificiales fueron deslumbrantes, y desde una roca que aflorarba en una montaña sagrada vi explosiones de plata, rojo y azul, lanzadas desde el Río Han, que caían sobre las luces de Seúl, con formas de arañas, palmas y poenias; pasaron muchos segundos antes de que llegara su anuncio –un sonido como de artillería que me trajo recuerdos de la guerra que yo había cubierto como también de un viaje a la zona desmilitarizada entre Corea del  Norte y Corea del Sur que hice mucho tiempo atrás, donde los artilleros de ambos lados disparaban tiros de práctica. Pero estaba tan cansado de mis viajes que no podía mantener abiertos mis ojos, a pesar del espectáculo pirotécnico; y a medida que me iba durmiendo el ruido ensordecedor distante se mezclaba en mi sueño con lo que había escuchado mientras subía la montaña –voces murmurando en la oscuridad, por encima del manantial de velas del Rey Dragón mitológico, gobernante de las aguas, el responsable de las inundaciones y las sequías. Yo no podía ver a nadie (mi guía especulaba que habíamos coincidido con  una ceremonia de saneamiento chamática), pero sus voces permanecieron en mi imaginación mientras continuaba hacia arriba en el sendero.  Ahora me desperté con un nuevo comienzo. El cielo estaba incendiado con señales. 

Whitman se duerme y se despierta en esta sección, conciente de algo dentro de sí mismo –una corriente, una sensación fantasmal, una palabra no dicha que no se encuentra “en ningún diccionario, ninguna expresión, ningún símbolo”-

algo que inspira su anhelo por una forma poética igual que su visión democrática, cuyos rasgos están todos alrededor suyo: en las personas, lugares y cosas; en los registros geológicos e históricos; en la memoria y la imaginación. Él puede no saber exactamente lo que es su espíritu creativo, pero sí sabe que mantendrá su canto vivo mucho después de que haya parado de cantarlo en la carne.

Contenedor, barco, planta, campo magnético, máquina: las figuras en la poesía son una legión. Umbral y puerta, ola y mar, viento y luz. Empleando formas tradicionales y abiertas, los poetas perciben el significado de la experiencia, revelan las estructuras de la mente, y sugieren la belleza del universo. “Yo trataré”, dice el poeta Americano A.R. Ammons, “de sujetar en orden grandes asimientos de desorden, ámbitos amplios” –un proyecto digno de Whitman, quien declaró en su prefacio a la edición de 1855 de Hojas de Hierba  que “el universo conocido tiene un enamorado completo y ése es el poeta más grande”. Él es “el hombre regular”  que encuentra en el habla y maneras de la gente común, sus hermanos y hermanas, su poesía no rimada (“forma, unidad, plan”) para balancear el caos y el hecho ineludible de nuestra mortalidad: una visión de vida eterna. Esto es lo que constituye la felicidad.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta

En un cuaderno anterior en el que Whitman registró varias ideas para el “Canto de mí mismo”,  escribió: “Sabemos que la simpatía o el amor es la ley que está sobre todas las leyes”, porque “nada sino el amor” puede hacer al “alma conciente de una felicidad pura, lo cual parece ser la última morada y el fin de todas las cosas”.  ¿Es Whitman ingenuamente optimista cuando proclama en esta sección que la “felicidad” es la fuente y el fin de la existencia? ¿Cuáles otras palabras podría haber elegido para aludir a esta cosa “sin nombre” que “no está en ningún diccionario, ninguna expresión, ningún símbolo” y que “parece ser la última morada y el fin de todas las cosas”?