Prefacio

A dead boy, about 14, in the trenches of "rebel Fort Mahone."  April 2, 1865. Stereograph. Library of Congress.
A dead boy, about 14, in the trenches of "rebel Fort Mahone."  April 2, 1865. Stereograph. Library of Congress.

Prólogo
Sección 36

Ahora la historia del “combate naval de los pasados tiempos” continúa pero se vuelve más oscura. Es de noche, el barco se está hundiendo, “montones desordenados de cadáveres” están por todas partes, como si el derramamiento de sangre de la batalla misma –“pedazos de carne esparcidos por el palo mayor y las vergas”. Si la sección previa parecía celebrar la valentía del capitán y la tenue victoria, esta sección enfatiza la terrible y sangrienta secuela. Hay un cadáver de un niño que servía en la cabina del barco y un cadáver de un hermoso marinero de edad. Al final, entre “la brisa que llega con suaves hálitos” están los sonidos siniestros del “silbido del bisturí del cirujano” y “los dientes de su sierra, royendo” cuando lleva a cabo su espeluznante tarea de amputar. Unos años después de que el “Canto de mí mismo” fuera publicado por primera vez, la Guerra Civil llegaría a ser una Guerra de amputaciones, con decenas de miles de soldados regresando a su casa sin brazos o piernas, y Whitman reflexionaría sobre lo que era la Guerra: en definitiva y primordialmente como un ataque al cuerpo viviente. Incluso aquellos que sobrevivieron lo hicieron sin la capacidad de moverse libremente por el mundo y sin los medios para crear, escribir, pintar, hacer cosas. La amputación tuvo el efecto de cortar el acceso del alma al mundo sacándole al cuerpo los medios para moverse y expresar el alma. Esta sección finaliza observando resueltamente el “murmullo de la sangre que cae” y escuchando los gritos y los quejidos de las amputaciones de la Guerra de la Revolución que prefiguraban las de la Guerra Civil. 

El obsesionante verso final de Whitman, “Todo esto así; todo esto irrecuperable”, capta el horror virgen de la pérdida: cuando se destruye un cuerpo no puede ser recuperado. Es como si el poeta comenzara a describir la importancia y vitalidad de lo que se ha perdido –“Estos así…” ¿tan hermosos? ¿tan valientes? ¿tan fuertes?)- pero allí para, al instante de reconocer la inutilidad de tratar de reconstruir, aunque sea con palabras, lo que ha sido incautado para siempre: “esto irrecuperable”.

Los “montones de cuerpos” ahora están vacíos de vida, de almas que pudieran animar la fisicalidad y vitalizarla ante el mundo. Los brazos y las piernas amputadas  también son irrecuperables, dejando los cuerpos desmembrados que llegan a ser el emblema mismo de la fragmentación y de la pérdida. El vasto océano se mueve todo alrededor de esta escena horrorífica de muerte y  descuartizamiento, ofreciendo el hermoso y tierno, “el ligero entrechocar de las suaves olas”  como si los sobrevivientes estuviesen estupefactos por el hecho de que, a pesar de tanta muerte a su alrededor, se dan cuenta que están todavía concientes del océano meciéndose y pueden sentir todavía “los suaves hálitos de la brisa” del mar, ahora mezclada con el “tremendo olor” de los paquetes de pólvora. Whitman capta una escena inolvidable de pérdida, de agonía, y dolor contra el fondo del más consumado abono, el océano que chapaletea, esperando la fiesta de muerte que está por recibir al aceptar los cuerpos y extremidades que le depositarán. El océano los reciclará en otra vida pero nunca más en las formas humanas específicas que sucumbieron en la batalla: esos cuerpos íntegros son irrecuperables, incapaces ya de experimentar aquello por lo que pensaron que sacrificaban sus vidas. 

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

La medianoche se extiende inmensa y silenciosa;
Dos grandes cascos yacen inmóviles en el pecho de la oscuridad,
Nuestra hundiendose lentamente, acribillado; hacemos los preparativos por pasar a 
la que hemos conquistado,
En el extremo de la popa el capitán imparte sus órdenes fríamente, con el rostro 
blanco como un fucilazo,
Junto a él está el cadáver del muchacho de nuestra tripulación;
La cara muerta de un viejo lobo de mar con sus largos cabellos blancos y las guías 
de sus bigotes cuidadosamente rizadas;
Las llamas, a pesar de todo, se asoman por todos lados;
Las voces de los dos o tres oficiales que nos quedan en condición para servir;
Montones desordenados de cadáveres y cadáveres aislados, pedazos de carne 
esparcidos por el palo mayor y las vergas;
Cordajes rotos, aparejos que se balancean, el ligero entrechocar de las suaves 
ondas;
Los cañones, negros e impasibles, restos de paquetes de pólvora, un tremendo 
olor;
Algunas grandes estrellas que brillan en la altura, luces silenciosas y enlutadas;
La brisa que llega en suaves hálitos, el relente que sabe á los juncos marinos y a 
los prados que bordean la ribera, los supremos mensajes confiados a los 
sobrevivientes,
El silbido del bisturí del cirujano, los dientes de su sierra, royendo;
Resuello, cloqueo, murmullo sanguinolento, grito corto y salvaje y gemido largo, 
melancólico, estrechado; 
Todo esto así; todo esto inamovible.

Afterword

Epílogo

Un fragmento de frase esparcida por dieciséis versos que distribuyen cláusulas que huyen y fluctúan según los movimientos de la marea de la imaginación del poeta, acumulando imágenes de las víctimas del combate marino celebrado en la sección previa, invocando todos los sentidos para dar un informe vívido de sus consecuencias (el hundimiento del buque, las llamaradas y voces, los olores entremezclados de los juncos, aire salado y pólvora de las armas), calculando las bajas –un niño, un lobo de mar. “Montones desordenados de cuerpos y cuerpos aislados, pedazos de carne esparcidos por el palo mayor y las vergas” en un catálogo que se va oscureciendo palabra tras palabra, “Sin resuello,abra.– cloqueo, murmullo de sangre que cae,  grito corto y salvaje y gemido largo, melancólico, estrechado”- antes de concluir con cuatro palabras terribles: “Todo esto así; todo esto irrecuperable”. 

Whitman amaba el mar, de todos el más grande campo de batalla, en donde a cada momento compiten las fuerzas de la vida y de la muerte, en numerosos encuentros ocultos a la vista, y aquí “en el pecho de la oscuridad”,  a bordo del buque victorioso, reconoce los límites de su canto, que no puede salvar a los muertos o curar a los heridos. Añadió un verso al original –“Algunas grandes estrellas que brillan en la altura, luces silenciosas y su versión enlutada”- para sugerir la magnitud cósmica de su proyecto, como también la insuficiencia de cualquier respuesta humana a la matanza de la Guerra, incluyendo su presagio de lo que se veía venir con el ataque de la milicia de Carolina del Sur al Fuerte Sumter y la escisión de la Confederación de la Unión. El poeta finaliza la sección no con un verbo que convertiría al fragmento en una frase sino con dos frases que suenan como el comienzo de una frase que nunca se completaría, dejando a los lectores en un estado de suspenso, desamparados ante el espectáculo de una Guerra. Homero sabía que el ser humano estaba en las manos de dioses caprichosos. ¿Quién puede sostener que esto no es así?

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta 

A medida que nos ponemos más viejos nos percatamos más de que existen un número creciente de eventos “irrecuperables”, sensaciones y personas en nuestro pasado que ahora nos parecen inaccesibles. Whitman en esta sección ofrece un verso obsesionante sobre esa irrecuperabilidad, pero ¿cómo es que su propia poesía se propone recuperar lo irrecuperable, traer de regreso en palabras lo que se ha perdido ante nuestros sentidos? ¿Qué es verdaderamente irrecuperable en nuestro pasado?