La medianoche se extiende inmensa y silenciosa; Dos grandes cascos yacen inmóviles en el pecho de la oscuridad, Nuestra hundiendose lentamente, acribillado; hacemos los preparativos por pasar a la que hemos conquistado, En el extremo de la popa el capitán imparte sus órdenes fríamente, con el rostro blanco como un fucilazo, Junto a él está el cadáver del muchacho de nuestra tripulación; La cara muerta de un viejo lobo de mar con sus largos cabellos blancos y las guías de sus bigotes cuidadosamente rizadas; Las llamas, a pesar de todo, se asoman por todos lados; Las voces de los dos o tres oficiales que nos quedan en condición para servir; Montones desordenados de cadáveres y cadáveres aislados, pedazos de carne esparcidos por el palo mayor y las vergas; Cordajes rotos, aparejos que se balancean, el ligero entrechocar de las suaves ondas; Los cañones, negros e impasibles, restos de paquetes de pólvora, un tremendo olor; Algunas grandes estrellas que brillan en la altura, luces silenciosas y enlutadas; La brisa que llega en suaves hálitos, el relente que sabe á los juncos marinos y a los prados que bordean la ribera, los supremos mensajes confiados a los sobrevivientes, El silbido del bisturí del cirujano, los dientes de su sierra, royendo; Resuello, cloqueo, murmullo sanguinolento, grito corto y salvaje y gemido largo, melancólico, estrechado; Todo esto así; todo esto inamovible.
Afterword
Epílogo
Un fragmento de frase esparcida por dieciséis versos que distribuyen cláusulas que huyen y fluctúan según los movimientos de la marea de la imaginación del poeta, acumulando imágenes de las víctimas del combate marino celebrado en la sección previa, invocando todos los sentidos para dar un informe vívido de sus consecuencias (el hundimiento del buque, las llamaradas y voces, los olores entremezclados de los juncos, aire salado y pólvora de las armas), calculando las bajas –un niño, un lobo de mar. “Montones desordenados de cuerpos y cuerpos aislados, pedazos de carne esparcidos por el palo mayor y las vergas” en un catálogo que se va oscureciendo palabra tras palabra, “Sin resuello,abra.– cloqueo, murmullo de sangre que cae, grito corto y salvaje y gemido largo, melancólico, estrechado”- antes de concluir con cuatro palabras terribles: “Todo esto así; todo esto irrecuperable”.
Whitman amaba el mar, de todos el más grande campo de batalla, en donde a cada momento compiten las fuerzas de la vida y de la muerte, en numerosos encuentros ocultos a la vista, y aquí “en el pecho de la oscuridad”, a bordo del buque victorioso, reconoce los límites de su canto, que no puede salvar a los muertos o curar a los heridos. Añadió un verso al original –“Algunas grandes estrellas que brillan en la altura, luces silenciosas y su versión enlutada”- para sugerir la magnitud cósmica de su proyecto, como también la insuficiencia de cualquier respuesta humana a la matanza de la Guerra, incluyendo su presagio de lo que se veía venir con el ataque de la milicia de Carolina del Sur al Fuerte Sumter y la escisión de la Confederación de la Unión. El poeta finaliza la sección no con un verbo que convertiría al fragmento en una frase sino con dos frases que suenan como el comienzo de una frase que nunca se completaría, dejando a los lectores en un estado de suspenso, desamparados ante el espectáculo de una Guerra. Homero sabía que el ser humano estaba en las manos de dioses caprichosos. ¿Quién puede sostener que esto no es así?
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
Pregunta
A medida que nos ponemos más viejos nos percatamos más de que existen un número creciente de eventos “irrecuperables”, sensaciones y personas en nuestro pasado que ahora nos parecen inaccesibles. Whitman en esta sección ofrece un verso obsesionante sobre esa irrecuperabilidad, pero ¿cómo es que su propia poesía se propone recuperar lo irrecuperable, traer de regreso en palabras lo que se ha perdido ante nuestros sentidos? ¿Qué es verdaderamente irrecuperable en nuestro pasado?