Prefacio

Worker on bomber plane assembly line, Inglewood, CA, 1942.
"...Lads ahold of fire-engines and hook-and-ladder ropes no less to me than the gods of the antique wars..." 

Worker on bomber plane assembly line, Inglewood, CA.  (Photo A. Palmer, for Office of War Information, 1942.)

Prólogo 
Sección 41

La “ayuda” que el poeta promete darnos no sólo para el enfermo y el débil, sino también para el “fuerte’ y el “recto”; y parte de la “ayuda” que le ofrece a sus seres compañeros es un entendimiento del rol de las religiones durante “varios miles de años” de historia humana. En esta sección, Whitman ofrece su reseña más amplia de las religiones del mundo, acogiéndolas a todas por igual mientras rechaza a cada una de ellas como la respuesta definitiva o final de la búsqueda espiritual del ser humano. Cada una de estas religiones –desde el culto judío a Jehovah al culto musulmán a Allah, del culto griego a Zeus al culto egipcio a Osiris, de Brahma a Buddha y del Asirio Belus al Manito Algonquiano y al azteca Mexitli- se queda corta en lo que respecta a revelar el poder y el misterio de la vida que está frente nuestro a cada momento de cada día.

Estas religiones antiguas aún se venden a los seres humanos hoy como revelaciones divinas: algunas de las religiones han persistido hasta el presente, mientras que otras parecen haber desaparecido. Pero el poeta aquí pretende ofrecer algo más grande que cualquiera de “las ofertas de los viejos temerosos regatones”  que las religiones organizadas puedan alguna vez ofrecer; el poeta promete “superarlas” a todas ellas. En la versión original del 1855 del “Canto de mí mismo”, Whitman incluía un verso que, en una rara concesión al decoro, borró después de la Guerra Civil; ese verso original descartaba todas las religiones de la tierra evocando el poder generador de su propio semen: “Lo más que ofrecen a  la humanidad y eternidad es menos que el espíritu de mi propia humedad seminal”. Solamente un cuerpo viviente genera el futuro. Whitman insiste: todas las promesas de todas las religiones de ofrecer vida después de la muerte están empequeñecidas por el semen y los huevos viviendo en los cuerpos humanos que son la única garantía actual del desarrollo de la vida después de morirnos, la única promesa de “eternidad”. Así Whitman se mide y se prepara a sí mismo para la divinidad, litografiando y “comprando dibujos” de todos los dioses de la historia, reconociéndolos por el trabajo que hicieron en sus diversos períodos históricos, viéndolos como el alimento necesario que durante siglos permitió crecer la curiosidad humana sobre los grandes misterios de la vida y del universo. Pero ahora el poeta está tratando de encuadrar una divinidad digna de una nueva época de democracia, una divinidad que podamos descubrir todos y reconocerla en nosotros y en cada uno que encontremos. El yo viviente, creador, laborioso se revela como el nuevo dios, y Whitman se vuelca a un breve catálogo de trabajo y lugar común, disfrutando del misterio de todo esto: los bomberos apagando un incendio son semejantes a cualquiera de los héroes místicos; el “vello del dorso de mi mano” es en sí una revelación; los cosechadores en su trabajo son “tres arcángeles fornidos” convirtiendo los productos de la tierra en comida para los vivientes; incluso  “el caballerizo de salientes colmillos” ejecutando su tarea humilde de cuidar los caballos de los huéspedes del hotel, es un tipo de figura de Cristo, “redimiendo pecados de ayer y de mañana” con el simple acto de vivir su vida y llevar a cabo su trabajo. Nosotros no heredamos el pecado, afirma Whitman; todos comenzamos la vida nuevamente, y cada día es una redención potencial para cada uno de nosotros. 

Muchas religiones nos aconsejan a que cuidemos del pobre y del débil, y que encontremos el sentido a las cosas que pudieran parecer insignificantes, pero traslada esto a más lejos, encontrando en el “bicho”, y el “estiércol” y la “inmundicia”,  ser cosas “más admirables de lo que fue soñado”. Rechaza lo “sobrenatural” al que la mayoría de las religiones quiere que pongamos atención y que, en cambio, nos concentremos en el mundo material que nos rodea (y se convierte en nosotros como nosotros nos convertimos en él); todo es natural en el mundo de Whitman, y lo que sea que haya de cielo e infierno, es lo que creamos en esta tierra. El poeta concluye, entonces, jurando por sus “bultos vitales” (todo lo que ha aprendido durante años tratando y equivocándose  -”bultos vitales”-  o, quizás, un neologismo vernáculo que significa esperma, evasivamente recordando su verso borrado “espíritu de humedad seminal”), el que va a convertirse en un “creador”, situándose a la espera de la “acosada matriz de las sombras”, aquel futuro oscuro y fértil que nosotros los dioses humanos creamos continuamente, día tras día glorioso.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Yo soy él trayendo ayuda a los enfermos mientras gimen en sus espaldas,
Y a los hombres fuertes y sanos traigo ayuda aún más necesaria.

Oí lo que fue dicho sobre el Universo,
Lo oía, lo oía desde hace unos millares de años,
No es muy malo para lo que es -- pero ¿es eso todo?

Magnificando y aplicando vengo yo,
Superando las ofertas de los viejos temerosos regatones,
Tomando yo mismo las medidas exactas a Jehová,
Litografiando a Cronos, a Zeus su hijo, y a Hércules su nieto,
Comprando dibujos de Osiris, de Isis, de Belus, de Brahma, de Buda,
En mi portafolio poniendo Manitou libre, Alá en una página, una estampa del 
crucifijo,
Con Odin y Mexitli del rostro horroroso y cada ídolo e imágen,
Tomando todos para lo que valen, ni un centavo más,
Reconociendo que vivieron y que hicieron el trabajo de sus épocas,
(Llevaron ácaros como los pájaros jóvenes que ahora tienen que erguirse,
    volar y cantar por su cuenta,)
Acepto los deíficos bosquejos para refinar en mí mismo,
    regalándolos gratis a cada hombre y a cada mujer que yo veo,
Descubriendo tanto, o más, en un constructor que construye una casa,
Afirmando los valores más altos para él allá, con los brazos desnudos, dirigiendo
    su mazo y su cincel,
No desdeñando ninguna revelación especial, considerando una espiral de humo
    o un vello del dorso de mi mano tan admirable como cualquiera revelación;
Los bomberos jóvenes, enfocando las bombas o subiendo por sus escalas de 
cuerda, no me parecen
    inferiores a los dioses guerreros de la antigüedad,
Concentrando en sus voces repicando entre la estrepitosa destrucción,
Sus miembros fuertes pasando sobre las vigas quemadas, sus caras
    blancas, saliendo del incendio sanas y completas;
La esposa del obrero, con su hijo en el regazo, intercediendo
    para todas personas;
Tres guadañas que silban en fila, segando la cosecha, las mueven tres arcángeles
    fornidos, vestidos de labriegos;
El caballerizo de salientes colmillos y cabello rojo redime pecados de ayer
    y de mañana,
Vendiendo todo que tiene, viajando a pie para pagar a los defensores de su
    hermano acusado de estafa y con el cual se sienta en el banquillo,
Lo que fue esparcido en la distribución más amplia por la vara cuadrada alrededor 
de
    mí, más nunca llenará esta vara cuadrada;
El bicho y el buey no han recibido la mitad de la adoración que merecen;
El estiércol y las inmundicias son más admirables de lo que fue soñado,
Lo sobrenatural no importa, yo mismo esperando el momento para volverme un 
ser supremo;
El día preparándose para mí, cuando yo haré tanto bien como los más grandes, en que los igualaré en
    maravilla,
¡Por mis bultos vitales! Llegando a ser ya un creador,
Aquí y ahora me pongo a la acosada matriz de las sombras.

Afterword

Epílogo

Pero ¿es eso todo?  La pregunta de Whitman en esta sección desencadena un catálogo de revelaciones divinas que, según su criterio, no pueden responder a cada interrogante sobre el universo, sin mencionar los interrogantes que nos conducen a las noches oscuras de nuestra alma. “Magnificando y aplicando vengo yo”, dice. Y lo que él magnifica, lo que se aplica a sí mismo, es lo cotidiano, los artífices y bomberos y la esposa del mecánico amamantando a su bebé. Él es el vehículo de las revelaciones que para el alerta están siempre disponibles –en “una espiral de humo o un vello del dorso de mi mano”, en bueyes y bichos y estiércol. Por nuestro interés él se pone en la “acosada matriz de las sombras” que continúa dando a luz a una visión más amplia del cosmos –una visión que nos invita a que la hagamos nuestra propia visión.  

Venus y la luna nueva levantándose por encima de las montañas en el Yellow River, que corre verde en la provincia de Qinghai, en el oeste de China, paso un Templo budista al que he llegado con el corazón en las manos. En un extremo del complejo está una rueda dorada de oración, de seis pisos de altura, que hace girar turbinas accionadas por el río; en el otro extreme, poetas de todo el mundo toman sus asientos para una presentación de obras en Chino y Español. No podemos decir cuándo ni porqué ni cuándo el mundo comenzará a brillar en nuestra imaginación, pero éste es uno de esos momentos. Estoy pensando que Ezra Pound hubiese apreciado el sabor internacional de esta reunión. Él se describió a sí mismo como “el Walt Whitman que aprendió a vestirse de saco y corbata y una camisa de vestir (aunque a veces enemigo de ambas cosas)”. Y por toda esta tontería, que era considerable, dejó un manojo de poemas que han enriquecido mi vida, comenzando con sus traducciones de Li Po, el poeta de la dinastía de Tang cuyos versos están rumiando por mi cabeza, junto con el epitafio que Pound le dedicara: “Y Li Po también murió borracho/trató de abrazar a la luna/en el río Amarillo”. Bebo en este paisaje –el río, las formaciones de piedra, el cielo- como bebo en las obras de Li Po, Pound y Whitman, creyendo que los poetas que esperan fuera del escenario van a revelar esta verdad: “cada átomo que me pertenece también os pertenece a vosotros”.  

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta

Robert G. Ingersoll, un agnóstico, reconocido comentarista Americano sobre religión en el siglo XIX, siempre admiró la obra de Whitman por su rechazo a aceptar cualquier credo religioso. “Whitman mantiene una casa abierta”, dijo Ingersoll, “Él es intelectualmente hospitalario. Extiende su mano a nuevas ideas. No acepta un credo porque está arrugado y viejo y tiene una gran barba blanca. Sabe que la hipocresía tiene un aspecto venerable, y que confía en apariencias y máscaras –en estupidez- y miedo. Pero Whitman, en sus últimos años, tenía una barba blanca grande y un aspecto venerable, y cierto número de sus seguidores pensó que una nueva religión, acaso a llamarse “Whitmanismo”, surgiría a partir de sus escritos y usaría Hojas de hierba como su libro sagrado. ¿Qué es lo que causa en la simultánea acogida y rechazo de todas las religiones que la cruzada espiritual de Whitman sea diferente de la de las religiones organizadas? ¿Dirías que Whitman es un poeta “religioso”? ¿Un poeta “espiritual”?