¿Quién va ahí? Hambriento, grosero, místico, desnudo; ¿Cómo es que extraiga fuerzas del buey que como? Y bueno, ¿Qué es un hombre? ¿Qué soy? ¿Qué sois? Cuanto marco como siendo lo mío, quiero que vos también lo compensáis con lo vuestro; Si no lo hagáis, sería tiempo mal pasado que me leyerais. Yo no lloriqueo lo que lloriquean por todo el mundo, Que los meses son vacíos y que la tierra no es más que podredumbre. Gimotear y adular son recetas para valetudinarios; la conformidad pertenece a ellos que mantengan sus distancias; Llevo mi sombrero según me place, dentro como fuera. ¿Por qué oraría? ¿Por que venerar y ser ceremonioso? Habiendo investigado a los estratos, analizado exactamente, aconsejado con profesores y calculado precisamente, He descubierto ningúna grasa mas sabrosa que la pegada a mis huesos. Me veo a mí en todas las gentes, ninguna persona más y ninguna menos que yo por un grano de cebada, Y lo bueno o malo que yo digo de mí, lo digo de ellas. Sé que soy sólido y sano; Por mí fluyen perpetuamente todas las cosas del universo; Todas son escritas para mí, y yo debo descifrar el oculto sentido de las escrituras. Sé que la muerte no me limita; Sé que mi órbita no puede ser medida con el compás de un carpintero; Sé que no me desvaneceré como el imágen juguetón que un niño traza en la noche con un tizón ardiente. Sé que soy augusto; No torturo mi espíritu para defenderlo ni para que sea entendido; Noto que las leyes elementales jamás piden perdón, (Después de todo no me comporto más soberbio que el nivel que uso para construir mi casa.) Existo tal cual soy, eso me basta; Si nadie más lo sabe, me quedo contento, Y si lo saben todos, me quedo contento. Lo sabe un mundo, el más vasto de todos para mí, que soy yo mismo. Y si llego a mis fines hoy mismo, o dentro de diez mil años, o después de diez millones de años, Puedo aceptar ahora mi destino con corazón alegre, o esperar con igual alegría. De espiga y mortaja granítica es mi asidero; Yo me río de lo que llamáis disolución; Y conozco la amplitud del tiempo.
Afterword
Epílogo
“Yo no debería hablar tanto sobre mí si hubiera algún otro que yo conociese de la misma manera”, escribió Thoreau en Walden, cuya publicación coincidió con la primera edición de Hojas de hierba. “Desafortunadamente, estoy confinado a este tema por la estrechez de mi experiencia”. Su experiencia estaba en efecto circunscripta –“He viajado mucho en Concord”, dijo irónicamente refiriéndose a sus caminatas cotidianas por los bosques en las afueras de Boston –y su orientación con respecto al mundo parecía diferenciarse notablemente de la amplitud de Whitman, su ansia de abrazar la totalidad de la creación. Pero ¿eran tan diferentes? Cada uno buscó el sentido universal a través del médium del yo. Thoreau midiendo su porción de la realidad principalmente por la naturaleza, Whitman imaginando vidas removidas y lejanas de la suya. “Me veo a mí en todas las gentes,” escribe en esta sección, “ninguna persona más y ninguna menos que yo por un grano de cebada,/
Y lo bueno o malo que yo digo de mí, lo digo de ellas.”. Lo que compartían era la curiosidad que, junto con la meticulosa observación, los guió a captar verdades perdurables sobre sus respectivos caminos en el sol, de lo que fueron testigos y registraron para la posteridad, uno prefiriendo la naturaleza a la compañía de los hombres, el otro dando la bienvenida a todo dentro de su campo de visón, siendo pilares de la literatura americana. En su lecho de muerte, cuando le preguntaron que si percibía si había de hecho vida después de la muerte, se dice que Thoreau respondió “Un mundo por vez”. Para Whitman la vida después de la muerte fue siempre el aquí y ahora que se estiraban desde los orígenes del universo hasta el futuro distante. Ni lo asustaba la muerte dado que creía que más mundos lo esperaban. “Yo conozco la amplitud del tiempo”, escribió –y esto él lo medía no con cucharitas de café, sino como astrónomo siguiendo la órbita de un cuerpo celestial que nadie ha visto anteriormente: el poeta que usa su sombrero adentro y afuera
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
Pregunta
Whitman parece disfrutar el animarnos no sólo a aceptar pero también a celebrar nuestros cuerpos. Cuerpos son los que todos compartimos y son, por lo tanto, para Whitman le verdadera base del pensar democráticamente. ¿Tú piensas que si nosotros venerásemos nuestros cuerpos, como Whitman sugiere que lo hagamos, habría menos violencia en el mundo, o es la veneración del cuerpo el origen de la violencia?