El ganso salvaje guía su bandada en la fresca noche, Ya-jonk dice, y me llega el sonido como una invitación; Acaso los impudentes lo considerarían vacío de sentido, pero yo, escuchando atentamente, descubro su propósito y su sitio allá arriba, en el cielo invernal. La pezuña afilada del alce del Norte, el gato en el umbral, el chickadee, la marmota de la pradera, La camada de la gruñidosa cerda, que maman de sus ubres, La pollada de la pava, bajo las entreabiertas alas; Veo en ellos y en mí la misma vieja ley. La presión de mi pie a la tierra levanta en mí un centenar de impresiones, Desprecian cuanto hago por narrarlas. Amo al desarollamiento al aire libre, A los ganaderos, o a los hombres que tienen el sabor de la mar o del bosque, A los que construyen y los que tripulan naves y a los que manejan el hacha y el mazo, los que conducen a caballos de tiro; Con ellos puedo comer y dormir, semanas tras semanas. Lo más común, más barato, más cercano, más fácil, soy yo mismo, Yo me aventurando, gastando para ganar mucho; Adornandome para entregarme al primero que me llama, No pidiendo al cielo que descienda hasta mi buena voluntad, Esparciendolo, gratis y sin cesar.
Afterword
“La música es continua”, dijo Thoreau, “sólo el escuchar es intermitente”. Whitman en esta sección nos enseña cómo escuchar, invitándonos a escuchar la música de lo cotidiano, el concierto más espectacular de todos. Abre, abre tus oídos al canto del ganso, Ya-honk, y al gruñido de la cerda que amamanta, y a los afectos que saltan de la tierra con cada paso que hacemos, les aconseja a sus lectores. Sucede que se aplica “la misma ley antigua” en todas partes: hay música en estos huesos.
La percepción de Thoreau inspiró la composición musical de John Cage “4.33” en la cual se instruye al pianista a que no toque durante los cuatro minutos y treinta y tres segundos que dura la pieza, creando un espacio para que la audiencia escuche lo que hay allí: un silencio incómodo, acaso, y luego los sonidos, la música del ambiente, respirando, esperando. El afinar los oídos para esa música no es un asunto menor. El estreno de 4’33’’ provocó indignación en algunos lugares. Preferiríamos no escuchar la música que nos rodea. ¡Cuánto es lo que no queremos saber! Pero para aquellos que tienen oídos para escuchar hay música incluso en el dolor acuciante (“un sentimiento formal” en palabras de Emily Dickinson) e incluso para los sordos o para quienes tengan dificultad en oír. Porque oír es un asunto sensual; internalizamos la música de la creación con nuestros oídos y también con nuestros ojos, narices, lenguas y piel. Cada fibra de nuestro ser anhela escuchar, aunque tapemos nuestros sentidos, como los marineros de la Odisea camino a casa que llenan sus oídos de cera al acercarse a la isla de las Sirenas, cuyo encanto al cantar es tan bello que causa naufragios. Sin embargo, es mejor que nos lancemos hasta el mástil como Odiseo y escuchemos esa música, que llenará su corazón con deseo, que el que gastemos una vida en una vaga nostalgia. ¡Si pudiéramos escuchar siquiera!. Ah, allí está la fregada –que tiene su propia música.
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
Whitman representa la llamada del ganso con una palabra compuesta de su eco:
“Ya-honk.” ¿Cómo se arregla tu idioma con los cantos y las llamadas de los pájaros? En inglés, la llamada de un búho se transcribe con frecuencia como Who? (Quién?) y la pregunta parece profunda proviniendo de un pájaro; en inglés entonces al búho se lo asocia con la sabiduría? ¿Cuáles son las asociaciones que tienen en tu idioma los diferentes pájaros y los sonidos que emiten?