La pura contralto canta en la galería del órgano; El carpintero alisa a su tablón, su cepillo ceceando su salvaje silba; Los hijos casados y los que no están casados vuelven a su hogar para la cena de Thanksgiving; El patrón agarra al gorrón, con su brazo fornido doble al barco; El piloto se yergue en el bote ballenero; la lanza y el arpón están listos; El cazador de patos camina a pasos sigilosos y cuidadosos; Los diáconos reciben las órdenes sacerdotales con las manos cruzdas sobre el altar; La hilandera se balancea al zumbido de la rueca; El labrador pasea, un ocioso domingo; se detiene de pronto para ver cómo han crecido la avena y el centeno; El loco es conducido al manicomio; los médicos han dicho que es un caso incurable; (Ya no dormirá más, como solía, en un catre en la alcoba de su madre;) El impresor de grises cabellos y enjutos pómulos trabaja a su caja; Doble su mascada de tabaco con ojos enervados, mirando el manuscrito; Los miembros deformes están atados a la mesa de operaciones; Lo que es amputado cae horriblemente dentro del cubo; La mulata es vendida en pública subasta; el borracho cabecea junto a la estufa de la taberna; El maquinista se remanga la camisa; el policía vigila su distrito; el portero nota a los que pasan; El mozo del expreso gobierna su vagón (yo amo a este mozo, aunque no le conozco); El mestizo se ata las correas de sus leves botas para competir en la carrera; Jóvenes y viejos se reúnen en las cacerías de pavos del Oeste; unos se apoyan en los rifles, otros se sientan en los troncos; Del muchedumbre sale el tirador; se aposta en su posición y apunta; Grupos de nuevos emigrantes inundan los muelles o el malecón; Mientras trajaban los negros en el campo de azúcar, el capataz vigila desde su montura; Suena el clarín en el salón de baile, los caballeros corren a su pareja y los que van a bailar se saludan; El adolescente, desvelado en su cama bajo el techo de cedro de la buhardilla, escucha la lluvia musical; El cazador de Michigan pone trampas en el arroyo que alimenta el río Hurón; La india piel-roja, envuelta en su manto orlado de amarillo, vende mocasines y bolsas de cuentas; El connoiseur husmea en la galería de arte, entrecerrando los ojos e inclindando hacia los lados la cabeza; Mientras los marineros amarran el barco de vapor, la escala esta tirada para que los pasajeros desembarquen; La hermana menor sostiene la madeja, mientras la mayor va haciendo una bola y se detiene de vez en cuando para desatar los nudos; La esposa que se casó hace un año está ya repuesta y es feliz con su primogénito de siete días; La muchacha yanqui de los cabellos limpios se afana junto a la máquina de coser o trabaja en la fábrica o en el molino; El empedrador se descansa en su pisón grande; el lápiz de reportero vuela veloz sobre las cuartillas; el pintor de muestras forma letras con el azul y el oro; El chico del canal corre por la línea del remolque; el contable cifra a su escritorio; el zapatero da cera a los cabitos; El director de orquesta marca el compás y todos los músicos le siguen; Se bautiza al niño; el converso hace su primer profesión de fe; La regata ha comenzado y los balandros surcan la bahía (¡cómo brillan las blancas velas!); El ganadero, guardando su ganado, grita a la res que se desvía; El buhonero suda con su mercancía de espaldas, (el comprador regateando a centavos;) La novia alisa su blanco vestido; el minutero del reloj se mueve lentamente; El fumador de opio reposa con la cabeza rígida y los labios poquitoabiertos; La prostituta pasa arrastrando su chal, su sombrero inclinado sobre el achispado cuello cubierto de granos; Las gentes se ríen de sus obscenos juramentos; los hombres se mofan y guiñan el ojo uno a otro; (¡Desdichado! yo no me mofo ni me río a sus juramientos;) El presidente se reúne en Consejo de gran ministros; Tres matronas, augustas y amables, pasean del brazo en la plaza; La tripulación del pesquero almacena estratos de fletán en la bodega; El Missouriano cruza las llanuras llevando sus mercancías y arreando los ganados; Mientras el cobrador del tren pasa por el vagón, avisa a los pasajeros por hacer sonar unas monedas; Allí estan los que entariman, los constructores de tejados de hojalata y los albañiles que piden la argamasa; En fila india, cada uno con su capacho al hombro, adelantan los trabajadores; Estación tras estación, las indescriptibles multitudes se reúnen; hoy es el cuarto día del séptimo mes, (¡Que saludos de cañones y de las armas menores!), Estación tras estación, el arador labra, el segador siega, y el grano en el invierno cae sobre la tierra; Allá en los lagos, el pescador de garrocha observa y espera junto al agujero abierto en la superficie helada; Los tocones rodean al colonizador en su claro; clava profundamente con su hacha; Los tripulantes de la gabarra atracan cerca los álamos o las pacanas; Buscadores de negros rastrean por las zonas del río Red o por las tierras que bañan el Tennessee o por las del Arkansas; Brillan antorchas en las tinieblas que velan al Chattahoochie y al Altamahaw; Los patriarcas se sientan a la mesa rodeado por los hijos, los nietos y bisnietos; Entre paredes de adobe, en tiendas de carpa, se descansan los cazadores y los armadores de trampas después de su faena diaria; La ciudad duerme, y el campo duerme; Los vivos duermen por su rato, y los muertos por su rato; El marido viejo duerme junto a su esposa, y el marido joven junto a su esposa; Todos inclinan hacia mí, y yo inclino hacia ellos, Y tal como es, siendo uno de ellos, más o menos soy yo; Y de ellos, de cada uno y de todos, urdo el canto de mí mismo.
Afterword
Una poeta dijo que, cuando su hija era joven, al irse a acostar, le gustaba leerle de Homero su catálogo de barcos, en el libro segundo de la Ilíada. Yo sentía una punzada de lástima por la niña, pensando que se habría aburrido con los nombres y virtudes de todos los reyes y guerreros, los lugares desde donde navegaban, sus nobles dádivas –y entonces la madre recitaba versos del poema, que incluso traducido puede conmover al duro de corazón. ¡Qué regalo es el recibir esto a cualquier edad: un himno a la abundancia del mundo, la multiplicidad que Whitman celebra en su primer catálogo largo!
El truco consiste en leer lentamente, en escuchar la música sonando en cada uno y en cada cosa. El primer verso, el más corto en el catálogo, “La contralto pura canta en la galería del órgano”, así afina nuestros oídos a la clave de la vida. Pertenecemos a un coro, lo sepamos o no, y debemos escuchar de cerca a los otros, para encontrar nuestro espacio en la partitura, como el carpintero raspando una tabla de madera escucha en el movimiento que alisa de su plano frontal el silbido de “creciente ceceo salvaje”, una voz llamando a la otra, tejiendo “El canto de mí mismo” que le pertenece a todos.
William Blake nos invita “a ver al mundo en un grano de arena” y Whitman sigue tal consejo al pie de la letra, descubriendo infinidad en lo que y en quien su mirada se pose: la gente de todos tipos de vida, la clase alta y baja, las estaciones pasajeras, las velas blancas de una regata. No hay transeúntes en el campo de la visión de Whitman, ni personas perdidas: se da cuenta de cada uno.
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
El “catálogo” de Whitman de las personas y actividades es un producto de la América de mediados del siglo XIX. ¿Cómo sería de diferente tal catálogo para tu época y tu cultura? ¿Cuáles serían las actividades más características y representativas de la gente común que mejor definen hoy a tu nación?