Prefacio

The sky is filled with a multitude of faces--American statesman, public figures, and other historical characters .  […] The aerial host surrounds the figure of Christ, who says, "Do to other as you would have them do to you." Flanking the group are Justice (left) and Liberty (right). Below, beneath the canopy, representatives of the North are reconciled with their Southern counterparts. […]Below in a small vignette two infants--one black and one white--lie sleeping in their baskets. Above them flies an eagl
"Bateman's National Picture"  (J.L. Giles, litograph, 1867). 

[…] The sky is filled with a multitude of faces--American statesman, public figures, and other historical characters .  […] The aerial host surrounds the figure of Christ, who says, "Do to other as you would have them do to you." Flanking the group are Justice (left) and Liberty (right). Below, beneath the canopy, representatives of the North are reconciled with their Southern counterparts. […]Below in a small vignette two infants--one black and one white--lie sleeping in their baskets. Above them flies an eagle with a streamer reading ""All men are born free and equal."  (from the description in the Library of Congress catalogue)

Sección 38

Cuatro signos de exclamación abren esta sección al retomar de repente el poeta la energía y el deseo de levantarse de la posición humillante del mendigo en la que se encontraba al finalizar  la sección previa.  En uno de los momentos más excitantes del poema, grita una reprimenda triple contra sí mismo. “¡Basta basta! ¡Basta!”  Sí, se da cuenta de que hemos de reconocer la muerte, el sufrimiento, la enfermedad, el dolor y el aislamiento en el mundo, pero también debemos darnos cuenta de que, por horroroso que sea a veces este lado oscuro de la vida nunca conforma la historia completa. Nosotros podemos estar momentáneamente anonadados por el terror que encontramos, el dolor que presenciamos, pero debemos levantarnos nuevamente del mismo y continuar hacia el futuro. Es un compromiso que va a retomar una vez más durante y luego de la Guerra Civil, cuando tanto él como la nación necesitaron absorber 600.000 muertes y encontrar un modo de edificar un futuro desde esa matanza en vez de ver la matanza misma como la definición de lo que el país había llegado a ser.

En esta sección, el poeta se encuentra “a punto de cometer un error ordinario”, el error de confundir la ridiculez, los insultos y lágrimas y golpes, con el sentido esencial de la vida. “Tomo el hilo de la fracción suspendida”, dice el poeta, indicando que cuando encontramos las partes más dolorosas de la experiencia, pueden parecer que consumen la totalidad del tiempo, al olvidarnos de los aspectos generativos y amorosos y en desarrollo de la vida. Estos aspectos más soleados configuran la mayoría de los momentos de la vida, incluso, durante los tiempos deprimentes, la fracción más grande puede ser eclipsada por un tiempo. El poeta ahora reclama esta fracción que ha estado alejada por demasiado tiempo. Y, al hacerlo así, evoca la historia de la resurrección de Cristo, pero lo hace de un modo notablemente secular: todos experimentamos nuestra “crucifixión y sangrienta coronación propia”. Todos llevamos una cruz, tenemos puesta una corona de espinas y debemos aprender  -como Whitman nos ha estado instruyendo a  lo largo del poema- a asumir el sufrimiento y dolor de otros. Y entonces todos podemos resucitarnos, curar nuestras heridas, levantarnos de nuevo para trabajar en la construcción de una democracia de gran alcance. En sus notas para esta sección, Whitman hizo incluso más explícitamente una correlación del poeta con un Cristo Americano: “En vano hubo clavos perforándome las manos/Yo recuerdo mi crucifixión y coronación sangrienta/…/Estoy vivo en Nueva York y San Francisco. /De nuevo recorro las calles después de dos mil años.” La historia americana está llena de derrames de sangre y pérdidas, pero el país debe depender de sus habilidades para absorber la pérdida y levantarse con un propósito renovado, resucitando un futuro para sí mismo que sea digno de los sacrificios del pasado. Debemos llegar a ser una nación que no cree tanto en una resurrección en particular sino en la posibilidad interminable de resucitar, la vida fuera de la muerte –una nación de Cristos democráticos desde Nueva York hasta San Francisco.

De esta manera el poeta está listo ahora a “Caminar en tropel, rehenchido de supremos poderes, parte de una procesión cotidiana e interminable”; no es una figura divina en el sentido de ser más puro o cercano a Dios que otro. La naturaleza de la democracia es que todos somos igualmente cercanos a Dios en cuanto somos todos parte de un proceso democrático en desarrollo, reconociendo lo divino en todos y cada individuo, promedio y sin término conforme procedemos hacia el futuro. “Por las costas y planicies vamos, y cruzamos todas las fronteras delineadas”. Es la no tan fácil llamada del destino manifiesto, la llamada para que todos se levanten de la muerte y derrota de la historia y así construir juntos un futuro en las tierras aún no exploradas.

De esta manera nos llama a todos juntos –sus “eleves”, sus alumnos (Whitman utiliza el francés quizás como un reconocimiento al rol activo de los estudiantes que se plantaron y ayudaron a derrocar a las fuerzas antidemocráticas en la Revolución Francesa del 1848)- para que continuemos con él en su travesía poética, que tomemos nota y, sobretodo, que, a medida de que nos movemos hacia adelante, que cuestionemos, siempre cuestionemos.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

¡Basta basta! ¡Basta!
Estoy aturdido, por alguna manera. ¡Más atrás!
Dejadme un momento, que vuelva de mi cranio herido, mi sopor, mi delirio, mis 
sueños;
Me descubro a punto de cometer un error ordinario.

¡Si pudiese olvidar los burladores y los insultos!
¡Si pudiese olvidar las lágrimas corrientes y los golpes de las clavas y de los 
mazos!
¡Si pudiese ver con ojos extraños mi propia crucifixión y mi sangrienta 
coronación!

Ya recuerdo;
Tomo el hilo de la fracción suspendida;
La pétrea tumba multiplica lo que se le ha confiado, o lo que ha estado confiado a 
cualquiéra tumba;
Los cadáveres se levantan, los tajos se curan, las ataduras se caen de mí.

Camino en tropel, rehenchido de supremos poderes, parte de una procesión 
cotidiana e interminable;
Por las costas y planicies vamos, y cruzamos todas las fronteras delineadas;

Nuestros veloces decretos prosiguen su camino por todo el globo,
Las flores que llevamos en nuestros sombreros son el esfuerzo de miles de años.

¡Eleves: yo os saludo! ¡Adelante!
Seguid anotando, seguid preguntando.

Afterword

El ministerio de Whitman comienza en esta sección, con su ascensión de las profundidades de la vergüenza, el reconocimiento de que cada uno lleva una cruz, y la reanudación de “la fracción suspendida”, una frase misteriosa que apunta a varias direcciones –matemática, física, religiosa. Lo que está roto será curado en este poema, esta consagración, y de la “pétrea tumba” que contuvo el cadáver de Jesús hasta su ascensión al cielo, el poeta lidera “una procesión cotidiana e interminable” de gente, que se esparcirá por el mundo, cruzando fronteras como los discípulos enviados por Cristo, “como corderos en medio de lobos” para traer la Buena Nueva de que el reino de Dios estaba al alcance. Otra cosmología está a la vista, según el poeta, gobernado por normas dictaminadas en sus versos, edictos, conectando a cada uno y cada cosa a una visión más grande de lo que cualquiera se pudiese haber imaginado.

Una fuente de esta revelación era literaria: “Yo estaba estallando, estallando, estallando”, dijo. “Emerson me trajo un hervidero”. “El canto de mí mismo” responde con un rotundo “sí” a la pregunta del ensayista “¿porqué no debemos nosotros disfrutar de una relación original con el universo?” Sus listas y catálogos que confirman la idea de que el individuo es la verdadera medida de la sociedad, el cuerpo político y el universo: cada uno de nosotros tiene una identidad separada y una relación separada con el todo.
“¡Eleves: yo os saludo! ¡Adelante!” Whitman nos convoca con la palabra francesa que significa estudiantes, con la misma ligereza que su descendiente poético Wallace Stevens, un aspirante Francés, que también procure crear su propio sistema de creencia,  buscando figuras que pudieran ser suficientes ante la ausencia de Dios. “Todos somos parte de una fraicheur (frescura)”, escribió Stevens en su “Monjas pintando lirios acuáticos”, una frescura “inaccesible/ o accesible solamente en la ficción más subrepticia”. Whitman nos enseña a buscar esa fuente, que puede estar en el bosque de los sueños, subrepticia o no y beber profundamente de lo que perdura más allá de la hibernación del deseo de anotar, de preguntar, de decir: “¡Basta!”

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Al principio en el “Canto de mí mismo” Whitman ridiculizó a quienes “se sentían tan orgullosos de penetrar el sentido de los poemas” y prometió que si permanecías con él a lo largo de este poema “poseerías el origen de todos los poemas”. Pero ahora, al final de la sección 38, Whitman se refiere a nosotros como “Eleves”, vocablo francés que significa alumnos o discípulos, y nos dice que “Sigamos anotando, sigamos preguntando”. ¿Qué ha cambiado con respecto a la promesa del principio? ¿Se ha vuelto más difícil el obtener el sentido del “Canto de mí mismo” en las últimas secciones en comparación con las del principio? ¿Qué tipo de “anotaciones” piensas que Whitman imagina que su lector haría?