Prefacio

A black and white photo of Walt Whitman sitting with his arm folded in his lap and staring into the camera
Whitman photographed by Matthew Brady around 1865. That mocking gaze.

Sección 10

Después de que la sección 8 nos llevó por un viaje urbano lleno de cacofonías –con ómnibus y trineos de nieve y ambulancias y carritos- y la sección 9 nos condujo por un pacífico paseo rural con fardos de heno, la sección 10 nos transporta a una serie de viajes imaginarios por las selvas del oeste de América, al mar y eventualmente, a una parada subterránea del ferrocarril que configuraba un sendero hacia la libertad para los esclavos que se escapaban. El “Yo”  del poema se está moviendo ahora más allá de las experiencias actuales de Whitman, quien en el momento de escribir “Canto de mí mismo” nunca había salido a cazar en las “soledades  y montañas”, nunca había sido un  “clipper yanqui”, nunca había experimentado la “boda de un trampero en el Lejano Oeste”  con una mujer indígena Americana, y nunca había hospedado a un esclavo fugitivo. Pero Whitman quiere que su “Yo” poético experimente el aliento del continente, por lo que utiliza historias que ha escuchado y pinturas que ha visto (como “La novia del trampero” de Alfred Jacob Miller) para expandir la gama de sus experiencias. La expansión imaginativa no es, después de todo, menos real que la experiencia actual: la fantasía es, de hecho, uno de los modos en que nos permitimos experimentar lo que sería el salirse de las reglas y la conducta esperada, y Whitman nos provee los medios para que nos unamos a él ampliando el ámbito de nuestra experiencia y expandiendo nuestras creencias. Como lo describe mirando desde el velero (el “clipper”) a través de la neblina ventosa (el “tajamar”), Whitman dice “Mis ojos colonizan a la tierra”. Sus ojos, en este punto, están tratando de distinguir la tierra distante a través de la neblina y el movimiento, para fijar su mirada, pero a través de todo en esta sección también está usando sus ojos para “colonizar la tierra” en otro sentido: para ocupar el continente desde la ciudad hasta el campo, de este a oeste, del sur al norte, para situar la tierra en un orden democrático alargando sus fronteras. 

Whitman comienza entonces esta sección registrando el cruce de las fronteras sociales y culturales en los Estados Unidos. Comentaristas sociales, como el escritor francés Alexis de Tocqueville en los 1840s había observado que existían “tres razas en América”: la blanca, la roja y la negra y que tenían cualidades marcadamente diferentes que las mantenían separadas a unas de las otras. Pero Whitman ofrece aquí dos escenarios de mezcla racial, como en el trampero blanco casándose con una mujer nativa indígena, que describe como “voluptuosa” y luego el “Yo” da la bienvenida en su casa a un esclavo fugitivo, le provee vestimenta, lo baña y alimenta, y le requirió “comer conmigo en mi mesa”, manteniendo cerca su escopeta para protegerlo de los cazadores de esclavos. La intimidad de ambas escenas enfatiza la fisicalidad de la unión, un roce interracial, que va más allá de la mera afirmación de respeto por el “otro” de la otra raza. Sentimos en estas escenas las cualidades redentoras de transgredir las fronteras sociales, mientras Whitman continúa acentuando la necesidad de absorber la diversidad, de superar las discriminaciones que se nos hayan enseñado, de reconocer las identidades profundas que compartimos, “cada átomo que me pertenece a mí también te pertenece a ti”. Así como los portones del granero en la sección 9 permanecieron abiertos para recibir la cosecha de otoño de las hojas de hierba, así ahora la poeta de la cocina del narrador se abre para mostrar su interior al esclavo fugitivo en tanto que ambos hombres descubren la rica cosecha de superar los prejuicios y discriminación aunque la escopeta en la esquina sirva para recordarnos que esos cruces y uniones son siempre potencialmente peligrosos. 

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Solo, voy de caza por las soledades y las montañas,
Vagando maravillado de mi ligereza y de mi alegría;
Cuando llega el anochecer elijo un retiro para pernoctar;
Enciendo fuego, aso la caza recién muerta;
Me adormezco sobre un montón de hojas, con mi perro y mi fusil al lado.

El clipper yanqui con su altivo tajamar corta la espuma, y se desliza rápidamente sobre el agua,
Mis ojos colonizan a la tierra; me inclino sobre la proa, o grito gozosamente desde cubierta.

Los marineros y los pescadores de almejas se madrugaron y aguardaron a que yo llegase,
Me recogí los pantalones sobre los tobillos y me marché y me divertí con ellos;
Debiste haber estado con nosotros ese día alrededor de la olla del sancocho.

Vi la boda del trampero al aire libre en el lejano Oeste, la novia era una muchacha roja,
Su padre y sus amigos estaban allí cerca, con las piernas cruzadas y fumando en silencio; llevaban mocasines y anchas
                 mantas gruesas sobre los hombros,
A la orilla del río yacía el trampero; vestía casi enteramente de pieles, la barba y los exuberantes cabellos le protegían 
                 el cuello; tenía la novia cogida por la mano,
Ella tenía las pestañas larguísimas, la cabeza desnuda, las trenzas ásperas y rectas que descendían hasta los pies por las 
                 voluptuosas caderas.

El esclavo fugitivo se aproximó a mi casa y se descansaba afuera,
Oí el crujido de sus movimientos cerca a la leña apilada,
Por la entreabierta puerta de la cocina, lo vi tambalearse y sin fuerzas,
Y fuí hacia el tronco de árbol en que se había sentado, y lo llevé adentro, y le aseguré mi apoyo;
Y traje agua, llenando una bañera para su cuerpo sudoroso y sus pies desgarrados,
Y lo conduje a un cuarto contiguo del mío, y le di ropas limpias y abrigadas,
Y recuerdo perfectamente el deslumbramiento de sus ojos, y su actitud embarazosa,
Y recuerdo haberle aplicado cataplasmas en las desgarraduras de su cuello y de sus tobillos;
Una semana pasó a mi lado, hasta restablecerse y poder emigrar hacia el Norte,
Le requerí comer conmigo en mi mesa; mi escopeta yacía en un rincón.

Afterword

La invención toma la cabecera en esta sección, al crear el poeta una serie de ficciones para expresar una verdad difícil: que la celebración de su Yo, de sí mismo, incluye a cada uno independientemente de su raza, de su identidad o de su lugar en la sociedad. El novelista Ron Carlson ha destacado que él siempre escribe a partir de la experiencia personal, ya sea que la haya tenido o no, y esta producción de ficción guía las imaginaciones de Whitman de una partida de caza, un viaje marítimo, una extracción de almejas, el casamiento de un trampero con una muchacha indígena, el drama con un esclavo fugitivo.  Sus historias son tan ponderosas como el testimonio de los sentidos, porque elige destacar detalles que parecen surgir directamente desde la vida: “la espuma y el deslizamiento” del Yanqui clipper navegando, las puntas de los pantalones metidas en sus botas,   las “trenzas ásperas y rectas” de la muchacha indígena y las “ropas limpias y abrigadas” (eco maravilloso) del  esclavo fugitivo. Cuanto más deslumbrante la invención más debe ser fundamentada en una particularidad creíble. “Di a todos la verdad pero dila figurativamente”, decía Emily Dickinson. “El éxito está situado en un circuito”. La invención poética es una forma circular de decir la verdad, que Whitman emplea en ciertos momentos críticos del poema, frecuentemente para extender su “Yo” democrático dentro de un nuevo terreno político. Detrás de una máscara el poeta debe hablar más sencillamente. (No es un accidente el que dentro de los heterónimos que ideó el poeta portugués Fernando Pessoa hubiese un personaje al estilo de Whitman, Alberto Caeiro,  un pastor, “un místico pero sólo del cuerpo” que le cantó a la naturaleza con la misma voz llena del poeta Americano). En monólogos poéticos y retratos de personajes históricos o imaginarios descubrimos lo que Dickinson llamó “la sorpresa magnífica de la verdad”. Pero persiste el peligro cuando el poeta está inventando. No es de extrañar que Whitman guarda cerca su escopeta enllavada. Siempre hay alguien en la puerta.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Whitman nos dio tres versos sobre el ir a buscar almejas y luego compartir la olla del sancocho con el grupo de hombres. ¿Cuál es el efecto de la convocatoria de Whitman al lector al final de esta breve escena cuando nos dice: “Debiste haber estado con nosotros ese día alrededor de la olla del sancocho”?