Prefacio

Whitman's "Hugo portrait," D.C. 1863, photo A. Gardner
Whitman's "Hugo portrait," D.C. 1863, photo A. Gardner

Sección 6

En esta sección, un niño formula la pregunta que creará el resto del poema: “¿Qué es la hierba?”.  La respuesta a esta pregunta lo mantendrá ocupado al poeta de una manera u otra a través del resto de las secciones, llevándolo eventualmente a titular su libro entero Hojas de hierba. Como es frecuente con las preguntas de los niños, no existe una respuesta fácil para esta pregunta. Y el poeta, en vez de ofrecer una respuesta categórica (ya ha acabado con clases y contabilidad y la discusión de comienzos y finales) responde ofreciendo conjeturas, respuestas cambiantes, porque se da cuenta de  que cuanto más pensamos sobre lo que es la hierba, en verdad, menos lo sabemos. Quizás del modo en que se arregla a brotar en todos lados desde la tierra (que es muerte de abono), la hierba se constituye en la “bandera de mi carácter”, la señal puntual del optimismo del poeta.  O acaso la señal puntual de Dios, un recordatorio pícaro del misterio de la creación, desparramado por todos lados para que nosotros nos asombremos preguntándonos de quién es (como en el caso de una mujer que deja caer un pañuelo con sus iniciales con la esperanza de que un posible amante lo levante y le sirva de guía para su retorno a ella).

La hierba es en sí un niño que emerge siempre renovado del ámbito de la muerte a una nueva vida; es un tipo de escritura codificada que parece hablar igualdad dado que crece entre el rico y el pobre, el blanco y el negro. Pero es primordialmente la señal de la salida de la muerte, y el poeta se imagina estar caminando sobre tumbas e imagina a la hierba como la vida transformada de aquellos que yacen sepultados debajo de él. Su imaginario aquí es delicado, preciso, y un tanto macabro. “Esta hierba es…demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares”. Así como en la sección previa, la lengua se hundió hasta el corazón, aquí la hierba crece desde las bocas de los muertos, como si fueran “tantas lenguas que se expresan”. La lengua es el órgano de la voz, y Whitman escucha lenguas que hablan a donde sea que se dirija su mirada.

Whitman comienza aquí su exploración de cómo los muertos no son silenciosos, carentes de voz, sino más como que siempre están hablando a través de la vida que emerge de ellos mismos. Si queremos saber lo que los muertos están diciendo, necesitamos solamente “traducir las insinuaciones” de esas hierbas, “lenguas que se expresan”. Los muertos hablan en “un jeroglífico uniforme”, un idioma codificado que exige de nosotros que lo escuchemos atentamente, que no tengamos miedo en la transición, para que nos demos cuenta finalmente que “la más pequeña hojita de hierba nos enseña que la muerte no existe”. La hierba siempre habla vida y siempre surge de la muerte, de manera que la muerte cesa en el momento en que aparece la nueva vida. Una vez más, ésta es la fe que Whitman tiene en el abono, en el ciclo de muerte y vida que garantiza que la muerte nunca marca un final sino siempre un comienzo de una vida corriente que se mueve para siempre “hacia adelante y hacia afuera”, haciendo de la muerte algo totalmente diferente de lo que suponíamos, no un final sino un proceso continuo de disolverse nuevamente en una vida difusa y de perenne creación de hojas.

¿Qué felices podemos ser al existir en un universo en el que la muerte sólo es una palabra inofensiva que nosotros le ponemos al momento del paso en nuestra vida en continuo reciclaje?

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Un niño dijo: ¿Qué es la hierba? trayéndomela con dos manos llenas;
¿Qué podía yo responder al niño? Yo no sé, como él, qué es la hierba.

Supongo que debe ser la bandera de mi carácter, tejida con la sustancia verde de la 
esperanza.

O supongo que es el pañuelo de Dios,
Un perfumado regalo que alguien ha dejado caer con amorosa intención,
Marcado en alguna manera, en sus extremos, con indicaciones de su dueño, para 
que podamos preguntarnos: ¿De quién?

O supongo que la hierba es en sí misma un niño, el recién nacido del mundo 
vegetal.

O supongo que es un jeroglífico uniforme,
Cuyo significado es, Brotando igualmente en las zonas anchas y en las estrechas,
Creciendo entre los negros y entre los blancos,
Kanuck, Tuckahoe, miembro del congreso, Negro, recibo a todos en la misma 
manera.

Y ahora me parece la hermosa cabellera sin cortar del cementerio.

Rizada hierba, yo te trataré con amor,
Quizás eres nacido de los pechos de vatos muertos,
Quizás, habiéndoles conocido, habría amado a ellos;
Quizás creces de los ancianos, o de los niños prematuramente arrebatados al 
regazo de sus madres,
Y aquí tú eres el regazo de las madres.

Esta hierba es muy oscura para ser la blanca cabellera de las madres ancianas,
Es más oscura que las incoloras barbas de los viejos,
Demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares.

O percibo, después de todo, tantas lenguas que se expresan,
Y percibo que no se articulan desde los paladares para nada.

Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes muertos, muchachas y 
muchachos,
Y de los ancianos y de las madres, y de los niños arrebatados de sus regazos.

¿Qué pensáis que ha sido de los jóvenes y de los ancianos?
¿Qué pensáis que ha sido de las mujeres y de los niños?

Ellos están vivos y sanos en alguna parte,
La más pequeña hojita de hierba nos enseña que la muerte no existe,
Y que si alguna vez existió, fue solo para producir la vida, y que no nos espera en 
fin para terminarla,
Y que cesó en el instante de aparecer la vida.

Todo es progreso y aumentación, nada desaparece,
Y morir es distinto de lo que todos suponen, y más feliz.

Afterword

Si la poesía es un asunto de insinuaciones y suposiciones –al traducir las insinuaciones de la imaginación o de la memoria y suposiciones sobre lo que está situado delante y más allá nuestro- entonces la sexta sección de este poema es una primera aproximación al Arte.  La pregunta de un niño genera especulación, algunas de las frases más espléndidas de Chiman (“la bandera de mi carácter”,  el pañuelo de Dios”, “la hermosa cabellera sin cortar del cementerio”  y una invitación a viajar al corazón de la existencia –que, como sucede, está escondida debajo de nuestros pies. Chiman declara que desearía “poder traducir lo que dicen de los jóvenes muertos, muchachas y muchachos”-y luego él ejecuta ese acto de alquimia, descubriendo en la “más pequeña hojita” la piedra del filósofo, concluyendo que los materiales básicos de la vida son inmortales.  Recoge de la hierba la evidencia de que nadie ni nada nunca morirá, dado que cada átomo (que le pertenezca tanto a ti como a mí) circula para siempre. Los científicos todavía deberán comprobar si está acertado en lo que sostiene.

“Insinuaciones seguidas de suposiciones”, escribió  T. S. Eliot en su versión de la escritura, “Cuatro Cuartetos”, “y el resto es plegaria, cumplimiento, disciplina, pensamiento y acción”. Whitman mantuvo otra visión, creyendo que la eternidad lo rodeada –en la calma, en el vapor de su aliento, en una mano llena de hierba, en la pregunta que mendiga una respuesta, y luego otra y otra, en las estrellas que viajan “progresando y aumentando”, presumiblemente para siempre. ¡Qué perspectiva más excitante! Y aterradora.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

En esta sección Whitman nos invita a seguirle la corriente mientras él adivina posibles respuestas a la aparentemente simple pregunta del niño, “¿Qué es la hierba?”  ¿Qué otras respuestas Ud. ofrecería para complementar o cuestionar  las que Whitman proporciona?