Creo en tí, alma mía; el otro que soy no debe humillarse ante ti, Y tú no debes humillarte ante el otro. Huelga conmigo sobre la hierba, vuelca en mis oídos los desbordamientos de tu garganta; No he menester palabras, músicas, rimas ni conferencias, aunque sean las mejores. Me basta el arrullo, el susurro de tu valvulada voz. Recuerdo una mañana límpida de estío tirados juntos, Posaste la cabeza encima de mi cadera, volviéndote dulcemente, Y entreabriste mi camisa, hundiendo tu lengua pecho adentro hasta el corazón desnudado; Y te alargaste desde mi barba hasta los pies. Rápidamente se esparcieron sobre mí la paz y la sabiduría que sobrepujan todos los argumentos de la Tierra, Y sé que la mano de Dios es la promesa de la mía, Y sé que el espíritu de Dios es el hermano del mío, Y que todos los hombres nacidos son también mis hermanos, y las mujeres mis hermanas y amantes, Y que una sobrequilla de la Creación es el amor, Y infinitas son las hojas erguidas o marchitas en los prados, Y hormigas morenas en los cuchitriles debajo de las hojas, Y las musgosas costras de las vallas, las amontanadas piedras, el saúco, el verbasco y la fitolaca.
Afterword
Aquí yace un secretito sucio: Eros puede ser la guía más confiable en la exploración poética, por cuanto el deseo es el combustible que enciende la imaginación lírica. Desde Sappho hasta William Blake y Patti Smith, los poetas entienden, aunque raramente lo admitan, el rol central que juega el deseo en la composición de un poema, ya sea que el objeto del afecto de uno sea el amante, Dios, la fama, la inmortalidad, la revolución o el mismo lenguaje. Los sonetos tardíos de John Donne arden tan intensamente como los poemas amorosos de su juventud “Golpea mi corazón, Dios en tres personas”. Y ciertos himnos a lo divino compuestos por el Salmista, Hafez y San Juan de la Cruz conllevan una carga que reconoceríamos desde la profundidad secreta de nuestra experiencia. Lo que hace a la quinta sección del “Canto de mí mismo” tan audaz y tan conmovedor es la decisión de Whitman de encarar este tema directamente, activando el casamiento del cuerpo y del alma, que desde tiempos inmemoriales ha gobernado el impulso lírico –“una sobrequilla de la Creación”, la viga clavada a la quilla del barco en el que navega el amante, alerta a todo bajo el sol en un estado de expectativa, un espacio entre una obligación y la otra, un respiro, en el que el poeta escucha “el susurro de tu valvulada voz” que es la voz de cada lector de sus versos, vuestros y míos, hermanos y hermanas, ahora y en el futuro, saboreando sal y el resurgir de las olas, y la “paz y sabiduría que sobrepasan todos los argumentos de la Tierra”. Aquí estás.
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
La sección 5 es una de las más físicas y al mismo tiempo una de las más espirituales de todas las secciones del “Canto de mí mismo”. ¿Cómo reaccionarías frente a la insistencia de Whitman de que sólo podemos acceder al gran misterio de la creación a través del cuerpo físico?