Zancadilleros y pregunteros me rodean, Gente que conozco, la importancia para mí de mi infancia o del barrio y ciudad en que vivo, o de la nación, Las nuevas fechas importantes, los descubrimientos, las invenciones, las sociedades, los autores viejos y nuevos, Como paso la cena, los vestidos, las atenciones, las cortesías, las deudas, La indiferencia real o fingida de algún hombre o mujer que amo, Las dolencias de mis parientes o mis propias dolencias, o las malas acciones o la pérdida o la falta de dinero, o abatimientos o exaltaciones, Las batallas, los horrores de la guerra fratricida, la fiebre de noticias inciertas, los sucesos caprichosos; Estas cosas me llegan de noche y de día y luego se van, Pero ellas no son el Yo mismo. Fuera de las sacudidas y tirones encontraréis lo que soy, Permanezco afable, ocioso, compasivo, gozándome en mi unidad, Mirando desde lo alto, erguido o apoyado el brazo sobre un sostén seguro e invisible, Mirando con la cabeza medio vuelta, con curiosidad anticipadora, Dentro y fuera del juego, y observándolo y maravillándose. Veo detrás de mí el tiempo en que erraba en la niebla entre verbosos y discutidores: Ya no derrocho burlas ni discusiones, observo y espero.
Afterword
El poeta C. K. Williams comienza su larga meditación sobre libro acerca de Whitman divagando sobre “de dónde vino su música” –una pregunta que ha obsesionado a generaciones de lectores y escritores. ¿Cómo pudo un simple periodista y ocasionalmente carpintero llegar a ser el poeta central de la identidad americana? Williams cree que “nunca sabremos cuándo él intuyó por primera vez, y escuchó, y aprendió, ese surgir del sonido del idioma, del sonido del verso, ese pulso, ese perfume, ese escobazo, que llegaría a ser su medium, su transporte—el imaginárselo simplemente tratando de idear conscientemente esto, es tan sorprendente como habría sido para él mismo el descubrirlo. Pero lo descubrió. Y la cuarta sección del poema revela que en su aprendizaje literario Whitman “sudó a través de la neblina con lingüistas y discutidores”, desesperado como todo poeta joven por encontrar su propia voz. Lo que aprendió fue cómo “observar y esperar”, reteniendo parte de su imaginación libre de “la fiebre de noticias inciertas”, observando su entorno con una mirada aguda, escuchando fuertemente a las entonaciones de los hombres y mujeres de todo tipo de vida para reflejarlos en sus versos con el merecido respeto.
Una variación de su descubrimiento en la sección previa –“Yo y este misterio nos presentamos aquí”—abre la segunda estrofa: “Fuera de las sacudidas y tirones encontraréis lo que soy”. Nótese que no escribe quién soy yo sino qué soy yo –el yo, esto es, construido verso tras verso, que guarda distancia de la muchedumbre, observando y asombrándose. Aquí es el poeta representante del experimento nacional de la democracia que no se nombrará sino hasta la sección 24, en cuya coyuntura ha llegado a ser todos nosotros: “Walt Whitman, un Americano, uno de los duros, un cosmos”.
—CM (Traducción L. A. Ambroggio)
Question
¿Puedes pensar sobre las veces en que te has sentido “dentro y fuera del juego”, simultáneamente un participante y un observador? ¿Cuáles son las ventajas y retrocesos en ese posicionamiento dual del Yo?